México enfrenta un deterioro ambiental por el uso desmedido de los recursos naturales debido a la falta de educación en este rubro y, por lo tanto, a la falta de actitudes ambientales positivas hacia el medio ambiente.1 Existen factores que motivan el desequilibrio ecológico, como el rápido incremento de la población, el desaceleramiento económico, la contaminación, el consumo de recursos naturales y el deterioro de la Tierra.2
Los esfuerzos que se han hecho en este país para contar con educación ambiental son mínimos, ya que apenas se está sensibilizando a la población en esta materia,3 en la que se pretende enseñar actitudes y creencias ambientales, ya que la falta de ellas es una de las principales causas de la crisis ecológica. Las actitudes y creencias ambientales nos permiten tener una forma de ver y entender el mundo y una forma de relacionarse con la naturaleza.4
La preocupación por los problemas ambientales inció en los años setenta,5 pero no fue sino hasta los ochenta cuando se incorporó el tema en el medio social por los comportamientos relacionados con el ser humano,6 y hasta 1992 cuando se mencionó por primera vez, en Río de Janeiro. Entonces surge la necesidad de cambiar las ciencias en la educación para poder dar solución a esta problemática,7 al darse cuenta de que este problema es consecuencia directa del crecimiento económico ilimitado y, por lo tanto, de un mayor consumo de recursos naturales.8
Una de las soluciones propuestas para esta problemática es la educación ambiental, un proceso de carácter interdisciplinario enfocado en la formación de la población para fomentar un equilibrio entre los seres humanos, la cultura y el medio biofísico. Su importancia radicaría en poder cambiar o modificar este tipo de conductas en la población. Si se logra, podríamos tener un equilibrio hombre-naturaleza.9
Debido a lo anterior, se empezó a promover en congresos y reuniones especializados la educación ambiental para formar a la población en la conservación del medio natural. Pero no fue sino hasta los años noventa cuando se observó que la principal causa de la crisis ambiental era el acelerado crecimiento económico.10
Ante esta situación, la Organización de las Naciones Unidas (onu), en 2005, elaboró un documento donde estableció que la educación debería ser un elemento indispensable para lograr el equilibrio entre sociedad, economía y medio ambiente. En consecuencia, la Secretaría de Educación Pública (sep) estableció en 2006 que en los planes de estudio se agregaran programas ambientales para prevenir y reducir la problemática ambiental.11
Esto comenzó en los programas educativos de secundaria, y se estableció el nuevo currículo único nacional para incorporarse en los planes de estudio. La reforma planteaba diferentes asignaturas en las que la educación ambiental se volvía una prioridad, lo cual constituyó un impulso para adquirir conocimientos, habilidades, valores y actiudes para la prevención y reducción de los problemas ambientales en beneficio de las futuras generaciones.12
A partir de 2014 se dice que existe la necesidad de incorporar el currículo único nacional de educación ambiental en el nivel superior, para así reorientar la enseñanza hacia la sustentabilidad, a través del trabajo educativo, y formar ciudadanos en beneficio del cuidado del medio ambiente.13
Sin embargo, países como Alemania, Australia, Canadá, entre otros, ya cuentan con una amplia trayectoria en la concienciación de la población para obtener cambios en el nivel conductual. En México esto no se ha logrado todavía, ya que apenas se está en el proceso de sensibilización de la ciudadanía a través de la educación ambiental, para que integre conocimientos, valores y actitudes. Según algunos psicólogos, en las actitudes se desarrollan tres componentes: afectivo, cognitivo y conductual, que no determinan las conductas pero sí influyen en la toma de decisiones.14
Estos tres componentes se definen del siguiente modo: el componente cognitivo es el conjunto de información que un individuo posee de un objeto; el componente afectivo son los sentimientos y sensaciones que dicho objeto le produce al individuo, y el componente conductual son las disposiciones, tendencias o intenciones que tiene del objeto, a partir de las cuales establece una relación individuo-objeto.15
La sensibilización se puede basar en cualquiera de estos tres componentes, aunque no precisamente la unión de estos tres nos da una actitud;16 sin embargo, el componente conductual es el que puede medir las actitudes de manera más directa.17
Por consiguiente, las actitudes ambientales son las opiniones sobre proteger el ambiente y poder conservar los recursos.18 También se les llama comportamientos proambientales de naturaleza verbal, y sus resultados se relacionan de manera cercana con el comportamiento ecológico de la población.19
El comportamiento proambiental se define como el conjunto de acciones deliberadas y efectivas que resultan en la protección del medio ambiente; pero las actitudes ambientales son útiles para procurar la educación ambiental y poder evaluar la forma de actuar de las personas en el cuidado del medio ambiente,20 porque no sólo indican la conducta sino que son evaluadas como signos y no como hechos. Por ello pueden ayudar a medir la magnitud de los cambios.21
Sin embargo, un estudio realizado en 2009 en el que se midieron las actitudes y comportamientos ambientales de los estudiantes de enfermería de una universidad pública del norte de Perú aplicando un instrumento a 143 estudiantes, se encontró que el interés de los alumnos por el medio ambiente es elevado en lo que se refiere a la contaminación, ya que puede afectar la salud humana; además, en los resultados del trabajo se mostró un alto nivel de compromiso con la necesidad de informar a la población sobre las consecuencias de los problemas ambientales y la necesidad de la participación en campañas ambientales.22
Por otra parte, en un estudio realizado en 2011 se midieron las actitudes ambientales en estudiantes de nivel superior en México con un instrumento que tenía cuatro rangos: consumista derrochador, consumista consciente, ecologista bien encaminado y ecologista cuidadoso con la Madre Tierra. Éste se aplicó a una población de 377 estudiantes y se encontró que el porcentaje mayor era de 75.3% en el tercer rango y el menor de 8% en el segundo. Por lo anterior, se concluyó que existe educación ambiental entre los alumnos, ya que tienen conocimientos sobre la conservación y el cuidado del medio ambiente.23
Una investigacion realizada en 2013 sobre actitudes ambientales en relación con las creencias, intención conductual y conducta, denominada Modelo de Valor-Expectativa, dio lugar a la Teoría de la Acción Razonada y a la Teoría de la Acción Planificada, que establece las actitudes ambientales y las conductas sostenibles. Esta investigación permitió descubrir que las actitudes ambientales tienen una gran influencia sobre el comportamiento y que el individuo sólo ejecuta conductas proambientales si conoce la problemática, ya que se siente motivado a generar cambios.24
Finalmente, en otra investigación en 2013 se aplicó un instrumento de medición de las actitudes ambientales a 1 719 niños de Rio Grande do Sul, Brasil. En este trabajo se encontró que los niños tienen una tendencia favorable hacia las actitudes ambientales y respecto a la educación ambiental, y que la fuente de enseñanza es la escuela y la familia, ya que estas actitudes se dan por imitación del comportamiento de los padres y el contexto escolar tiene una función importante. Con ello se está formando a los futuros ciudadanos con más interés en temas ambientales; de ahí la importancia de conocer el nivel de actitudes ambientales de los universitarios para la solución de la probemática ambiental existente.25
La investigación realizada es de tipo explicativo, con una muestra de 49 alumnos de la Licenciatura en Seguridad, Salud y Medio Ambiente. Del total de la población, 51% pertenece al género femenino (25) y 49% al masculino (24), con un rango de edad entre 17 y 31 años. Cursan del primero al octavo semestre, y el porcentaje mayor corresponde al séptimo, con 87.8%. Fue en este semestre en el que se midió el nivel de actitudes.
El instrumento que se utilizó fue la encuesta diseñada en el Centro de Educación Ambiental en Wisconsin, Estados Unidos, el cual consta de 15 ítems con tipo de respuesta Likert, que va desde “totalmente de acuerdo” hasta “totalmente en desacuerdo”, con un valor de 1 a 5 puntos, respectivamente, al que se agregaron preguntas relacionadas con materias ambientales cursadas y reciclaje en casa, así como de datos sociodemográficos.
Cada respuesta de la población se sumó y se determinó el nivel de actitudes ambientales en los estudiantes. Se obtuvo desde un nivel de actitud ambiental excelente hasta un nivel de actitud bajo. Para el análisis de los datos se utilizó el paquete estadístico spss versión 20.0.
En cuanto a la edad, la mayor prevalencia estuvo en el grupo de 21 años, con 53.48% (23). Al preguntarles sobre las materias cursadas en temas ambientales, 98% de los alumnos del séptimo semestre respondió afirmativamente.
A pesar de que los alumnos de séptimo semestre ya cursaron materias ambeintales, cuando se les cuestionó sobre el reciclaje en casa 53.48% (23) respondió de manera afirmativa y 46.51% (20) respondió que no recicla en casa, por lo que se require seguir trabajando y fomentando en los alumnos estas acciones para lograr que el porcentaje sea mayor en resultados afirmativos.
Al relacionar la edad con las actitudes ambientales en los alumnos de séptimo semestre, se tiene que el nivel inaceptable está conformado por 61.22% (30) del total de la muestra y se acentúa en el rango de edad de 21 años (17), lo cual es un factor preocupante, ya que se trata de un semestre avanzado y, por lo tanto, donde se les ha proporcionado más información sobre temas ambientales.
Tanto en el género femenino como en el masculino se encontraron actitudes ambientales inaceptables, con 41.86% (18) y 37.20% (16) de la muestra de séptimo semestre.
De acuerdo con el objetivo principal de esta investigación, 69.4% de la muestra total está en el nivel de actitud inaceptable y solamente 2% en el nivel de actitud muy aceptable, lo cual puede estar relacionado con que los jóvenes demuestran sus conocimientos y comportamientos positivos, bajo el entendido de que ello no necesariamente se relaciona con que las actitudes sean positivas (gráfica 1).
Los resultados obtenidos en esta investigación fueron los siguientes: de la población general encuestada (hombres y mujeres) se pudo detectar que el nivel de actitudes ambientales que predomina es el de inaceptable, donde se obtuvo 69%, lo cual es preocupante, ya que la población estudiada son jóvenes que decidieron estudiar una carrera en relacionada con esta materia. Es decir, estos estudiantes tienen conocimientos sobre los problemas ambientales que se viven actualmente, así como comportamientos positivos con respecto a ellos (por ejemplo, realizan reciclaje en casa).
Sin embargo, ante los resultados obtenidos de actitudes inaceptables se concluye que hacen lo anterior porque es una costumbre en casa o porque tienen los recursos necesarios para ello, pero no porque su actitud sea positiva, en el sentido de que sean ellos quienes hagan esta tarea por sí mismos o que sean ellos quienes la propongan. Si así fuera, su actitud ambiental se encontraría en un nivel aceptable, lo que lo vuelve aún más preocupante, pues nos damos cuenta de que no tienen una buena actitud ambiental.
Por otro lado, comparando los niveles de actitudes ambientales por género se puede notar que los niveles entre hombres y mujeres son muy similares en cuanto a las actitudes inaceptables, ya que se obtuvo 36.73% en mujeres y 32.65% en hombres, ambos en este rango. Entonces, sería incorrecto suponer alguna diferencia de género en este tipo de actitudes.
En suma, se debe incluir la formación de actitudes proambientales como parte fundamental de la educación superior, lo cual podrá ayudar a que los jóvenes tengan una actitud positiva hacia el medio ambiente. Es recomendable incorporar a la brevedad posible estos temas en planes y programas de estudio de otras especialidades, ya que así se ayudará a que niños, adolescentes y jóvenes adquieran los conocimientos y actitudes necesarios para proponer acciones ante el deterioro que vivimos.
También es recomendable involucrar a los estudiantes en proyectos que les permitan adquirir conocimientos en la materia, así como ampliar su vision y actitud hacia el entorno. De esta forma, el día de mañana visualizarán que sus acciones no afecten a nuestro planeta, y crearán y emplearán estrategias para ayudar a mitigar su deterioro. Si esto se logra, se podrá combatir esta problemática desde la raíz.
1 Catalina Vargas Ramos, Juana Medellín Moreno, Laura Vázquez Galindo y Gustavo Gutiérrez Sánchez, “Actitudes ambientales en los estudiantes de Nivel Superior en México”, Revista Luna Azul, vol. 33, 2011, pp. 31-36, https://bit.ly/2K0EJpb
2 Marco Alberto Alatorre Islas, Andrea Zavala Reyna y Juana Alvarado Ibarra, “Alfabetización ambiental en estudiantes de Ingeniería de la Universidad de Sonora”, Epistemus, vol. 16, núm. 8, 2014, pp. 79-87, https://bit.ly/2SzD7Dj
3 Sofía Contreras Roldán, Juan Carlos Rodríguez Macías y Mónica López Ortega, “Análisis psicométrico de una escala para medir las actitudes hacia el medio ambiente, en estudiantes de secundaria en Baja California”, XI Congreso Nacional de Investigación Educativa, 1. Aprendizaje y Desarrollo Humano, Ponencia, https://bit.ly/2Qj519S
4 María Dolores Martínez García, Blanca Josefina García Hernández y Pedro Luis Cortés, “Evaluación de las creencias, preocupaciones y actitudes ambientales de los estudiantes universitarios”, xix Congreso Internacional de Contaduría, Administración e Informática, octubre de 2014, Ciudad de México, https://bit.ly/2yf4NIt
5 Catalina Vargas Ramos et al., “Cambio en actitudes en estudiantes del Nivel Superior ante el impacto de la asignatura de desarrollo sustentable”, Conhisremi. Revista Universitaria de Investigación y Diálogo Académico, vol. 8, núm. 2, 2012, pp. 47-58, https://bit.ly/2Roi86R
6 Pedro Álvarez y Pedro Vega, “Actitudes ambientales y conductas sostenibles. Implicaciones para la educación ambiental”, Revista de Psciología Didáctica, vol. 14, núm. 2, pp. 245-260, https://bit.ly/2QpGekC
7 Catalina Vargas Ramos et al., “Cambio en actitudes…”, op. cit.
8 Pedro Álvarez et al., “Actitudes ambientales…”, op. cit.
9 Catalina Vargas Ramos et al., “Cambio en actitudes…”, op. cit.
10 Pedro Álvarez et al., “Actitudes ambientales…”, op. cit.; Marco Alberto Alatorre Islas et al., “Alfabetización ambiental…”, op. cit.
11 Sofía Contreras Roldán et al., “Análisis psicométrico…”, op. cit.
12 Idem.
13 Marco Alberto Alatorre Islas et al., “Alfabetización ambiental…”, op. cit.
14 Sofía Contreras Roldán et al., “Análisis psicométrico…”, op. cit.
15 Lourdes Nancy Chalco Ramos, Actitudes hacia la conservación del ambiente en alumnos de secundaria de una institución educativa de Ventanilla, tesis de Maestro en Educación, Universidad San Ignacio de Loyola, Lima, 2012, https://bit.ly/2t1CaZX
16 Miquel F. Oliver Trobat (dir.), Actitudes y percepción del medio ambiente en la juventud española, Ministerio de Medio Ambiente, Organismo Autónomo Parques Nacionales (Naturaleza y Parques Nacionales, Serie Educación Ambiental), Madrid, 2005, https://bit.ly/2EeYgyO
17 Lidia M. Hernández Rojas y Gladys Jiménez Valverde, “Actitudes y comportamiento ambiental del personal del área de conservación marina Isla del Coco, Costa Rica”, Revista Biocenosis, vol. 23, núm. 1, 2010, pp. 2-13, https://bit.ly/2rwUFV5
18 Marco Antonio Rivera-Jacinto y Claudia Rodríguez-Ulloa, “Actitudes y comportamientos ambientales en estudiantes de Enfermería de una universidad pública del Norte del Perú”, Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, vol. 26, núm. 3, 2009, pp. 338-342, https://bit.ly/2JWCXoN
19 Jaime Ernesto Vargas-Mendoza, Mónica Soledad Maldonado-Aragón, Margarita Edith Cruz-Clemente y Jorge Everardo Aguilar-Morales, “Actitudes y comportamientos ambientales en estudiantes de Psicología y de arquitectura en la ciudad de Oaxaca, México”, Centro Regional de Investigación en Psicología, vol. 6, núm. 1, 2012, pp. 7-12, https://bit.ly/2Px36cA
20 Francielli Galli, Camila Bolzan de Campos, Livia Maria Bedin y Jorge Castellá Sarriera, “Actitudes hacia el medio ambiente en la infancia: un análisis de niños del sur de Brasil”, Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 45, núm. 3, pp. 461-473, 2012, doi: 10.14349/rlp.v45i3.1487
21 José Escalona y Dignora Boada, “Evaluación de actitudes ambientales en estudiantes de Ciencias”, Revista Educere, vol. 5, núm. 15, 2001, pp. 302-306, https://bit.ly/2S015YF
22 Marco Rivera-Jacinto et al., “Actitudes y comportamientos…”, op. cit.
23 Catalina Vargas Ramos et al., “Actitudes ambientales…”, op. cit.
24 Luisa Margarita Miranda Murillo, “Cultura ambiental: un estudio desde las dimensiones de valor, creencias, actitudes y comportamientos ambientales”, Producción + Limpia, vol. 8, núm. 2, 2013, pp. 94-105, doi: 10.22507/pml
25 Francielli Galli et al., “Actitudes hacia el medio…”, op. cit.