Año 18, núm. 45, 2022
doi: http://doi.org/10.30973/inventio/2022.18.45/6

Escrituras del yo en tiempos actuales

Writings of the self in current times

Angélica Tornero
orcid: 0000-0002-1928-6550
Centro Interdisciplinario de Investigación en Humanidades (ciihu), Universidad Autónoma del Estado de Morelos (uaem)

resumen

En las décadas de 1970 y 1980, la crítica académica de las nociones de sujeto e identidad alcanzó su apogeo. Sin embargo, a finales del siglo xx este último concepto no sólo no se había podido abolir, sino que resurgía con fuerza. Los grupos en lucha por su derecho a existir necesitaban configurar una narración de la identidad para diferenciarse de los demás. Pero existen otras causales que habría que desbrozar para entender el crecimiento del interés por la identidad: los desarrollos tecnológicos han propiciado la autorrepresentación y los cuestionamientos sobre la identidad. Las nociones de sujeto e identidad no han desaparecido, pero tampoco pueden ser comprendidas en el marco en el que se generaron. En las siguientes líneas se plantea que algunas manifestaciones literarias autobiográficas se alejan del impulso narcisista promovido por las redes sociales a través de las pantallas, tesis que ha irrumpido fuertemente en el siglo actual.

palabras clave

escritura, sujeto, identidad, desaparecidos, dictadura, Argentina, modenidad

abstract

In the 1970s and 1980s, academic critique of notions of subject and identity reached its zenith. However, at the end of the 20th century, this last concept had not only been unable to be abolished, but was re-emerging with force. The groups fighting for their right to exist needed to configure a narrative of identity to differentiate themselves from others. But there are other causes that should be cleared up to understand the growth of interest in identity: technological developments have fostered self-representation and questions about identity. The notions of subject and identity have not disappeared, but neither can they be understood within the framework in which they were generated. In the following lines it is proposed that some autobiographical literary manifestations move away from the narcissistic impulse promoted by social networks through the screens, a thesis that has strongly burst into the current century.

key words

writing, subject, identity, missing people, dictatorship, Argentina, modernity



Introducción

En las décadas de 1970 y 1980, la crítica académica de las nociones de sujeto e identidad alcanzó su apogeo, junto con el inicio, de manera intensiva, de los movimientos sociales y políticos desplegados en diversos sectores por el derecho a existir de manera diferente. Derrumbar el carácter sustancialista de la identidad implicaba deshacerse de la necesidad de encajar en trazos discursivos sedimentados que prescribían comportamientos acordes con el género, la raza y la clase social. A finales del siglo, se habían ganado ya algunas batallas que permitían cada vez más la libertad de elección, y las opciones relativas a la identidad comenzaron a multiplicarse. La diseminación no se hizo esperar, lo que provocó la pérdida de referentes mínimos, inclusive para organizar los discursos que permitieran continuar con la lucha. No se trataba solamente de deconstruir, sino de reconstruir para seguir avanzando.

Stuart Hall, sociólogo convencido de las ventajas de la crítica deconstruccionista, a finales de los años noventa se preguntaba por qué si había costado tanto derruir conceptos anquilosados, el de identidad no se había podido abolir, sino que resurgía con fuerza. El mismo sociólogo advirtió que conceptos como éste no habían sido superados dialécticamente, por lo que no habían podido ser sustituidos por otros completamente distintos. A este argumento agregó uno más: la irreductibilidad del concepto de identidad radica, escribe Hall, en “su carácter central para la cuestión de la agencia y la política” (Hall, 2011, p. 13). Los grupos en lucha por su derecho a existir con sus características distintivas, necesitaban —y necesitan— configurar no un discurso que caiga en lo mismo que se critica, pero sí una narración de la identidad —ahora nómada o cambiante— para diferenciarse de los demás.

Pero el crecimiento exponencial del interés por la identidad en los años noventa del siglo pasado no se debe únicamente a la agencia de estos grupos. Existen otras causales que habría que desbrozar cuidadosamente. Esta tarea debe realizarse de manera amplia en un espacio apropiado. Para efectos de esta reflexión breve, baste centrarse en la causa en la que queremos hacer énfasis en este trabajo: los desarrollos tecnológicos de las dos primeras décadas de este siglo han propiciado y promovido la autorrepresentación de manera abrumadora y, con ello, los cuestionamientos sobre la identidad. Las nociones de sujeto e identidad no han desaparecido, pero tampoco pueden ser comprendidas en el marco en el que se generaron inicialmente.

En las siguientes líneas exploramos expresiones de la subjetividad en el marco de estos desarrollos tecnológicos y las implicaciones que esto ha tenido en el arte y la literatura. Consideramos que algunas manifestaciones literarias autobiográficas se alejan del impulso narcisista promovido por las redes sociales a través de las pantallas, tesis esta última que ha irrumpido fuertemente en las primeras décadas del siglo actual.

Tiempos de positividad

El filósofo coreano Byung-Chul Han, uno de los pensadores más publicados y leídos de los últimos años, señala que “los tiempos en los que existía el otro se han ido” (Han, 2021a, p. 9) y el mundo se enfrenta a lo que denomina “positividad”. Se han ido aquellos tiempos en los que el otro existía como misterio, como seducción, eros, deseo, infierno, dolor: “Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual” (Han, 2021a, p. 9).

Esta tesis de Han sobre la desaparición del otro y la irrupción de la positividad está basada en observaciones de la vida actual en la era de la globalización, internet y las redes sociales, en la que se ha impuesto, dice Han, “la violencia de lo igual”, que rechaza la alteridad o “expulsa lo distinto” (Han, 2021a, p. 10). Para comprender el sentido de lo “igual”, el filósofo diferencia entre lo distinto y lo mismo o la mismidad. La violencia de lo igual surge porque se “carece de contrincante dialéctico que lo limitaría [al yo] y le daría forma” (Han, 2021a, p. 11). A diferencia de lo mismo, lo cual se configura dialécticamente en relación con el otro, lo igual no tiene antagonista. Siguiendo a Heidegger, el filósofo coreano señala que cuando ya no se piensa la diferencia, entonces lo mismo no se deja decir, y lo que prevalece es lo igual. Una mismidad adquiere forma debido a la “diferencia con lo distinto” (Han, 2021a, p. 11); lo igual es amorfo.

Según Han, esta situación es resultado de la manera en que el mundo se ha interconectado digitalmente. La comunicación total no promueve el encuentro con los otros, sino con personas iguales, lo que hace que lo distinto pase desapercibido. Esta expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso de autodestrucción: “En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos” (Han, 2021a, p. 10).

Ya en La sociedad del cansancio, obra publicada originalmente en alemán en 2010, el filósofo señalaba que una sociedad en la que prevalece el exceso de rendimiento está dominada por una superabundancia de positividad, por lo que es pobre en negatividad (Han, 2012, p. 72). En aquella reflexión, el filósofo daba por concluida la era de la inmunidad, en la cual: “Se repele todo lo que es extraño. El objeto de la resistencia inmunológica es la extrañeza como tal. Aun cuando el extraño no tenga ninguna intención hostil, incluso cuando de él no parta ningún peligro, será eliminado a causa de su otredad” (Han, 2012, p. 12).

Para Han, la era de la inmunidad terminó con el siglo xx, y lo que encontramos en las primeras décadas del presente siglo es una amenaza por exceso de positividad, que implica que nosotros mismos, nuestro cuerpo y mente, generan un estado patológico de orden neuronal, ya no bacteriano ni viral: “La violencia de la positividad, que resulta de la superproducción, el superrendimiento o la supercomunciación, ya no es ‘viral’. La inmunología no ofrece acceso alguno a ella. La repulsión frente al exceso de positividad no consiste en ninguna resistencia inmunológica” ante la amenaza del otro, “sino en una abreacción digestivo-neuronal y en un rechazo” (Han, 2012, p. 19).1

En la época de la positividad se generan violencias distintas que ya no provienen de la amenaza del otro, sino que son sistémicas; son violencias inmanentes al sistema. La depresión, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (tdah) y el síndrome de la desmielización osmótica (sdo) indican un exceso de positividad. Sobre este último, Han dice: “[…] significa el colapso del yo que se funde por un sobrecalentamiento que tiene su origen en la sobreabundancia de lo idéntico” (Han, 2012, p. 23). El yo no se actualiza desde el extrañamiento o la negatividad, por ello es pura igualdad. Esto elimina el presupuesto de la constitución de subjetividad, porque lo otro que me pone en duda, que mueve mi conciencia, mi pensamiento, pasa inadvertido.

Las patologías actuales de la sociedad no las provoca la prohibición, “sino el exceso de comunicación y de consumo; no es la represión ni la negación, sino la permisividad y la afirmación” (Han, 2021a, p. 9). En la época de la globalización, internet y redes sociales, la comunicación e interconexión absolutas “nos enredan en un inacabable bucle del yo y, en último término, nos llevan a una autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones” (Han, 2021a, p. 12). El yo acaba ahogándose en sí mismo, y esta “fusión nuclear narcisista resulta mortal” (Han, 2021a, p. 110), porque uno se fusiona con uno mismo sin mediación.

El análisis de Han no se centra únicamente en las redes sociales. Repasa el arte actual, el cual, según él, se ha vuelto autocomplaciente. Ya no incomoda, no provoca extrañamiento. Son elaboraciones “lisas” y “pulidas” (Han, 2020, p. 15) que transmiten sensaciones agradables; resulta pura positividad. La experiencia artística de la sacudida, de la conmoción, ha dado paso al encuentro consigo mismo y a la autocomplacencia. El filósofo coreano ejemplifica su tesis con las esculturas de Jeff Koons, en las cuales, escribe, se “escenifica una religión de lo pulido, de lo banal” (Han, 2020, p. 17). Para Han, este arte configura el mundo del hedonismo, de la pura positividad, en el que no hay dolor, herida o culpa (Han, 2020, p. 16); ha perdido el velo, el misterio, el poder de separar al yo de sí mismo al entrar en contacto con el otro.

De alguna manera, el mismo Jeff Koons admite que exalta al yo desde la afirmación de sí mismo: “El núcleo es siempre el mismo: aprende a confiar en ti y en tu historia propia. Eso es también lo que quiero transmitir al observador de mis trabajos; debe sentir su propio placer de vivir” (Koons citado en Han, 2020). Manifiesta ser admirador del surrealismo y del dadaísmo, sin embargo, reconoce haber abandonado el interior, presupuesto de estos acercamientos, para buscar el exterior: “Me sentí atraído por el mundo exterior y aprendí a confiar en mí mismo y automáticamente quise salir fuera de mí” (Cué, 2016). Es decir, a Koons no le interesa explorar el interior como lo hicieron las y los escritores y artistas románticos y modernos, aquellos para quienes el otro era elemento de perturbación, de negación de sí mismo. No hay turbulencias internas ni demonios a exorcizar.

El interior se resuelve con la confianza en sí mismo; no hay nada que explorar o cuestionar; por ello la atención se centra en el exterior. Esto no significa que el interior haya sido resuelto sino más bien que ha sido anestesiado. Hal Foster ha escrito que el arte, para Koons, por una parte, se relaciona con la cultura de la terapia que ha dominado en la sociedad estadounidense, en la que el ego fuerte es el que vale y puede vencer la infelicidad, y por otra, encaja con la ideología del neoliberalismo que promueve la confianza como producto empaquetado y la autoestima como capital humano (Foster, 2020, pp. 52-53). A este “ego fuerte” es al que parece referirse Han cuando habla del fenómeno de la “fusión nuclear narcisista” que prevalece actualmente.

Así, la estética del mundo digitalizado conduce de manera continua a estar mirándose a sí mismo, a expulsar lo distinto y autocomplacerse en lo igual. Pero Han agrega un aspecto más al arte actual en el que no está presente el otro. Conviene citar el fragmento completo:

Lo problemático del arte actual es que tiende a comunicar una opinión preconcebida, una convicción moral o política, es decir, a transmitir información. La concepción precede a la ejecución. Como resultado, el arte degenera en ilustración. El arte no es un oficio que da a la materia forma de cosa sin intención, sino una obra de pensamiento que comunica una idea prefabricada. El olvido de las cosas se apodera del arte. Éste se deja llevar por la comunicación. Se carga de información y discurso. Quiere instruir en vez de seducir (Han, 2021b, p. 84).

Han habla aquí de otro tipo de lisura en el arte, la de informar o comunicar juicios morales o convicciones políticas preconcebidas. Apostar por la “erótica de la vulneración”, la cual encomia a partir de la lectura de autores como Roland Barthes, implica optar por expresiones literarias alejadas, según la expresión de Barthes, de la “satisfacción novelesca” (Barthes, 1982, p. 20), porque leer historias que apuestan por el sentido y la emoción, historias con significado unívoco y “sin sobreabundancia de significantes”, equivale a consumir objetos: “El poema como cosa se resiste a esa lectura que consume el sentido y la emoción como en la historias de detectives o las novelas de argumento nítido” (Han, 2021b, pp. 80-84).2 Pero no sólo esto. Han, siguiendo a Robert Pfaller, considera que lo problemático del arte actual es que, al comunicar una opinión preconcebida, “una convicción moral o política, es decir, a transmitir una información” (Han, 2021b, p. 84), tiende al consumo. Aunque Han no es específico, si seguimos a Pfaller podemos pensar que se refiere a las expresiones configuradas temática y estéticamente en torno a la lucha por el derecho a la diversidad. Algunas de estas formas del arte y la literatura actuales contribuyen —parece ser la idea de estos dos autores— al desencantamiento del arte.3

El filósofo coreano no menciona obras literarias concretas, por lo que, de pronto, sus juicios resultan generales y ambiguos. Parece no haber salvación. La red es omnívora; la estética de lo liso y lo pulido, omniabarcante. Estas determinaciones sugieren, incluso, la imposibilidad de pensar en la tecnología (y en las producciones artísticas realizadas con estos medios) de manera situada y contextual, es decir, desde una formulación histórica.

Las escrituras del yo en tiempos de positividad

En este inciso reflexionamos en torno al supuesto de que, aun cuando ha habido una tendencia en la literatura de las dos últimas décadas a escribir de modo autobiográfico, no en todos los casos se observa el impulso narcisista en el sentido en que lo plantea Han. En la literatura a la que nos referimos se elabora sobre cuestiones de interés público, y el esfuerzo no deriva en textos informativos ni propagandistas. Las autoras y autores han configurado estas narraciones —nos centramos en la literatura hispanoamericana—4 desde sus propias circunstancias, marcadas por el dolor provocado por la desaparición de sus allegados.

Algunas narraciones autobiográficas de las hijas e hijos de desaparecidas y desaparecidos durante regímenes dictatoriales se elaboran, no desde la formación de significados, sino de cuerpos, como diría Han a propósito de la literatura no propagandista.5 Para el filósofo coreano, en la literatura que se escribe a partir de la experiencia de la otredad, “los significantes no se refieren en primer lugar a un significado, sino que se condensan en un cuerpo bello y misterioso que seduce” (Han, 2021b, p. 81). A partir de la poesía de Francis Ponge, y siguiendo a Robert Wasler y a Roland Barthes, Han señala que el lenguaje poético no tiene la función de representar las cosas, sino que “refleja una correspondencia secreta entre lenguaje y cosa” (Han, 2021b, p. 82). Lo que prevalece en estos textos es lo misterioso, lo oculto, lo cual se consigue porque los significantes se relacionan unos con otros sin detenerse en un significado. El régimen de comunicación y de información no es compatible con el secreto. Han señala que “en el arte es esencial la ‘seducción subyacente al discurso’” (Baudrillard citado por Han, 2021b, p. 85). “La seducción discurre por debajo del sentido […]. Es […] más ágil que el sentido y el significado” (Han, 2021b, p. 85).

En numerosas obras autobiográficas de denuncia política y social no se ha “expulsado lo distinto”, en los términos en que lo plantea Han. Las autoras y los autores escriben desde la posición de hijas e hijos de desaparecidas y desaparecidos para encontrar su lugar de enunciación, y esto no resulta en la configuración de textos informativos o propagandistas. En estas obras hay un importante trabajo con el lenguaje, el cual, sin resultar escritura de las vanguardias históricas (principios del siglo xx) o de las segundas vanguardias (entre 1947 y 1970), elabora desde la fragmentariedad y la indeterminación del sentido. Lo que se ha modificado en estas autoras y autores es el interés y, por lo tanto, la motivación, los cuales se orientan por el contexto. Es decir, el impulso generalizado, al menos en las naciones occidentales y en las occidentalizadas, a la búsqueda de identidad en la era del internet y las redes sociales, se concreta de manera diferente ya no por países, sino por grupos socioculturales diferenciados por sus motivaciones, las cuales se constituyen de manera dialógica y contextual a nivel transnacional.

Las escrituras autobiográficas motivadas por el dolor de la desaparición de los allegados no se configuran a manera de superficies lisas y pulidas. Las autoras y autores han vivido situaciones que las han autorreferido como resultado de la puesta en común, en encuentros colectivos, de la heridas profundas provocadas por la pérdida ocurrida a manera de detención- desaparición o desaparición forzada. La interconexión —que ocurre personalmente y también a través de páginas electrónicas, chats y redes— les ha dado la energía necesaria para moverse a la acción y crear textos en los que no se preconcibe el sentido. Estos encuentros los han remitido de manera individual a explorar sus interiores para presentar sus indeterminaciones, no para reconstruir sus subjetividades sin fisuras.

Lo que ha cambiado en estas escrituras no es que lo distinto haya sido expulsado. Es más complicado que esto. Recordemos que, para los escritores modernos, cuyas obras Han cita constantemente como ejemplos de escritura del secreto, el misterio y la seducción, la negatividad es constitutiva de la estética. Siguiendo a Adorno, el filósofo coreano plantea que “sin la negatividad del quebrantamiento, lo bello se atrofia en lo liso y pulido” (Han, 2020, p. 66). “Adorno —señala Han— describe la forma estética usando fórmulas paradójicas. […] No está libre de ‘divergencias’ ni de ‘contradicciones’. Su unidad está rota” (Han, 2020, p. 66).

La unidad de la escritura autobiográfica de las hijas e hijos de las desaparecidas y desaparecidos durante las dictaduras también está rota, pero la rotura no es producto de una herida que fue descubierta durante el proceso de interiorización que evidenció la imposibilidad de constituir la identidad de manera sustancialista o al tomar conciencia de la relevancia de las condiciones materiales en la conformación de las sociedades, como ocurrió con la literatura del romanticismo y la moderna. Se trata de una rotura descubierta durante el encuentro en el que se comparte la experiencia de la desaparición de familiares. Encuentro colectivo que extrae los pensamientos y emociones más profundos para llevarlos a la arena pública y a la acción política, lo cual, en muchos casos, motivó a la creación artística.

En numerosos escritos autobiográficos en los que se han compartido estas experiencias abundan los espacios vacíos, las negaciones y la negatividad. No son textos lisos y pulidos, sino sinuosos, contradictorios, fragmentarios. Baste como ejemplo Atravesando la noche. 79 sueños y testimonio acerca del genocidio, publicado por Andrea Suárez Córica en 1996. Antes de abordar el libro, resulta interesante revisar lo que la autora comenta sobre su experiencia en h.i.j.o.s., organización en la aún participa.6

Suárez Córica señala que durante años estuvo convencida de que su madre había muerto en un accidente, de acuerdo con la versión de su padre.7 Nunca imaginó que las circunstancias pudieran haber sido otras, porque en su entorno el tema no se abordaba: “Terminé la secundaria y nunca escuché a un profesor hablar de los desaparecidos o de la dictadura y jamás encontré a un compañero hijo de desparecido como yo […]” (Suárez-Córica, 2017, s. p.).

Suárez Córica escribía sobre su madre incluso antes de conocer la verdadera causa de su desaparición, y lo hacía desde la rotura: “Cuando escribo sobre un recuerdo [de su madre] enseguida aparecen las preguntas y las dudas, escribo y me dejo sorprender […].8 Había algo roto ahí [en el poemario Imágenes rotas]. Lo quiero recomponer y será con la palabra” (Suárez- Córica, 2017, s. p.). La poesía fue en aquel momento auxiliar en la búsqueda de respuestas para amortiguar el dolor de la pérdida de la madre, siendo apenas una niña de ocho años. Pero cuando se incorporó a la agrupación, aquella experiencia íntima de dolor alcanzó una dimensión distinta:

En h.i.j.o.s. aprendí a no sentirme sola frente al show de la impunidad de nuestro país […]. Lo que pasó con mi mamá no es una cuestión familiar. Le pasó a 30,000 personas. No puedo luchar sola por la memoria de mi vieja y ese compromiso lo tengo por ella y por mí. Ella es parte mía. Cuando tenga hijos les quiero contar quién fue su abuela. Lo hago por su memoria y por mi identidad. Viví 20 años en el silencio (Suárez-Córica, 2017, s. p.).

El conocimiento de las circunstancias en las que esto ocurrió giró su perspectiva. La puesta en diálogo entre las y los integrantes de la agrupación, el análisis y la comprensión del fenómeno convirtieron ese padecer privado en asunto público, porque las hijas e hijos dieron forma a su dolor como asunto de interés general, es decir, de interés tanto en el ámbito ciudadano como político. Las y los artistas, escritoras y escritores, encontraron en la sinergia de la acción pública y política el impulso que condujo a expresar autobiográficamente un acontecimiento atroz, de interés para la nación.

Atravesando la noche. 79 sueños y testimonio acerca del genocidio está dividido en cuatro secciones: “Sueños”, “Cronología” (de 1966 a 1996), y “Testimonio”, seguidas de un aparado con fotografías de familiares (Suárez-Córica, 1996). En “Sueños”, la autora reconstruye su situación como hija de detenida-desaparecida que súbitamente ha perdido a la madre y que enfrenta en sus sueños pedazos de lo que un día fue su vida. Estos sueños están escritos en primera persona y en tiempo presente, con frases inconexas, yuxtapuestas, superpuestas. Ejemplificamos con la siguiente cita:

Estoy en una pieza. Se me rompen dos botellitas de Coca-Cola. Las llevo a la pileta y al hacerlo se me caen los vidrios sobre el trapo rejilla. Pienso: voy a tener cuidado cuando lo escurra. Veo a la abuela haciendo un pozo. Una fosa al lado de la habitación, al costado de la pared. Tiene una pala. Cristian también. Está enfermo o cansado. Alguien nos dirige, un señor o varios. Estamos obligados a trabajar por turnos. Es una situación de tensión. Tengo una flema y quiero escupir. Lo hago al costado de la cama (Suárez-Córica, 1996, p. 13).

En las primeras frases el yo que narra establece el espacio, “la pieza”, y se relata la situación utilizando el impersonal “se rompen dos botellitas”. No es claro quién realiza la acción o cómo se rompen las botellitas. Enseguida, al acto de soñar (el texto se titula “Sueños”) se superpone otro acto de conciencia: pensar (“Pienso”), lo que desestabiliza el primer acto. La narradora nos relata que “ve” a su abuela haciendo un pozo. En un primer momento la desconexión impide comprender, pero cuando dice: “Estamos obligados a trabajar por turnos”, a pesar de la interrupción semántica entre frases, puede comprenderse que la familia, ella, su hermano Cristian y la abuela, son obligados a trabajar en un ambiente poco grato (“Es una situación de tensión”).

La estructura del párrafo (frases inconexas, yuxtapuestas, superpuestas) —y el libro en su conjunto— desestabiliza el relato testimonial de la generación anterior. Miguel Dalmaroni ha señalado que la escritura de Suárez Córica

nos recuerda cómo las narrativas de los movimientos de derechos humanos son narrativas de mezcla: los códigos genéricos entran en combinaciones novedosas y, a la vez, son relatos donde puede darse, por lo menos en alguna medida, un desprendimiento estructural […] respecto de los procedimientos y de las retóricas de control ideológico o moral que suelen ser tan fuertes en el patrón testimonial y, en general, en el discurso político vinculado con las formaciones revolucionarias de los años setenta (Dalmaroni, 2004, p. 119).

Atravesando la noche… no es un libro informativo ni la voz autobiográfica resulta un ejercicio de yo enredado en un bucle inacabable que conduce a la autopropaganda. Es una voz narrativa en primera persona expresada por alguien que vivió una traumática experiencia, la cual se fija como acontecimiento en el lenguaje —en este caso, fragmentado—, pero se lee con sentido no solamente porque las lectoras y los lectores somos contemporáneas y contemporáneos y —al menos algunas y algunos— conocemos el contexto, sino también porque la autora ha dejado una indicación —un paratexto— al inicio del libro para que nos adentremos en él de cierto modo: “Me llamo Andrea Suárez Córica. Tengo 30 años. Es la edad que tenía mi madre cuando fue secuestrada, torturada y muerta por la Triple A. Estos son parte de los sueños que me acompañaron desde entonces. La Plata, Setiembre de 1996” (Suarez- Córica, 1996, s. p.).

¿No “seduce” esta literatura en los términos en que señala Han? ¿Prevalecen la estética lisa y pulida, y desde el punto de vista de la subjetividad, la positividad? Han afirma que los tiempos en los que existía el otro se han ido y lo que concurre es la positividad que nos enreda de manera narcisista. Queremos aquí matizar. Un determinado contexto (espacio-tiempo), el del romanticismo y el arte moderno, en el que el otro fue la dominante estéticamente hablando, se ha ido. Es probable también que las expresiones lisas y pulidas sean la dominante —pero no el todo— en el mundo actual. Pero comprender el fenómeno de la autorrepresentación de las primeras décadas del siglo xxi requiere algo más que explicar mirando desde Occidente. Hace ya varios años examinamos “otras modernidades”. Del mismo modo, tenemos que examinar otras formas del dolor, de la negatividad, otras escrituras autobiográficas.



Notas

1 Al publicar este libro en 2010, el filósofo no imaginaba lo que ocurriría nueve años después. El surgimiento del virus sars-cov-2, causante del covid-19, que ha asolado al mundo en los últimos tres años. No interesa aquí debatir sus predicciones, sino recuperar los argumentos con los que sostiene, hasta la fecha, que vivimos en una época de positividad.

2 Han sostiene que las obras de arte son cosas: “Incluso las obras de arte lingüísticas, como los poemas, que no solemos tratar como cosas, tiene carácter de cosa” (2021b, p. 80).

3 Han se refiere al libro publicado por Robert Pfaller en 2020, titulado Die blitzenden Waffer: Über die Macht der Form, en el que el filósofo alemán plantea que la politización del arte contribuye al desencantamiento del arte (2021b, p. 135). Se recomienda revisar la entrevista a Robert Pfaller (s. f.), “Was sind für Sie Pseudolinke?”.

4 Particularmente hemos realizado estudios en torno a las narrativas autobiográficas o autoficcionales argentinas y mexicanas.

5 En los años setenta no existía en Argentina —tampoco en otros países de América Latina— un soporte jurídico de la categoría de desparecida o desaparecido. Ésta se definió, a finales de esa década, a partir de la puesta en alerta a Amnistía Internacional sobre las miles de denuncias recibidas de organizaciones como Madres de Plaza de Mayo, que fueron interpuestas desde 1977, un año después de haberse consumado el golpe de estado de la última dictadura en ese país (1976-1983). Bárbara Frey escribió: “El gran número de desapariciones en Argentina llamó a la comunidad internacional a la acción, y la intencionalidad y la impunidad con las que los militares argentinos llevaron a cabo desapariciones forzadas provocaron el apoyo a las llamadas para un encuadre legal más específico de la práctica” (Frey citada por Rubin, 2015, p. 14).

6 h.i.j.o.s. es una red de hijas e hijos de detenidas-desaparecidas y detenidos-desaparecidos durante la más reciente dictadura militar en Argentina (de 1976 a 1983). La red, fundada el 3 de noviembre de 1995, consta de 28 nodos en el país y 12 en el extranjero. Se distingue por su carácter horizontal; no hay estructura jerárquica y las decisiones se toman en asambleas. En los documentos fundacionales se lee: “Horizontalidad y voluntad de consenso” (Salvatori y Cueto, s. f., p. 3).

7 Luisa Córica (1944), militante de la Juventud Universitaria Peronista, fue secuestrada en la estación de trenes de La Plata y asesinada por integrantes de la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la Triple A. Al ser encontrado, su cuerpo presentaba signos de tortura (Suárez Córica, 1996).

8 Antes de unirse a h.i.j.o.s. publicó el poemario Imágenes rotas (1993).

Referencias

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Dalmaroni, M. (2004). La palabra justa. Literatura, crítica y memoria en la Argentina, 1960. ril editores.

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Han, B.-Ch. (2020). La salvación de lo bello. Herder.

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