Vol. 18, núm. 46, 2022
doi: http://doi.org/10.30973/inventio/2022.18.46/1

Demografía y sociología: una perspectiva clásica

Demography and sociology: a classical perspective

Coline Ferrant
0000-0001-7987-9983/colineferrant2018@u.northwestern.edu
Programa de Política y Desarrollo Social, Universidad Habib (Pakistán).

resumen

Este ensayo contrasta la demografía y la sociología desde una perspectiva clásica. Ambas disciplinas tienen historias parecidas: un auge intelectual en la segunda mitad del siglo xx, seguida de cierta incertidumbre acerca de su quehacer científico. Difieren en dos aspectos. Primero, la demografía tiene objetos de estudio (la población) y métodos (cuantitativos) de contornos más afirmados que la sociología, la cual destaca por una mayor diversidad temática, metodológica y teórica. Segundo, la demografía tiene menor presencia en el campo académico internacional que la sociología.

palabras clave

demografía, sociología, epistemología, sociología del conocimiento

abstract

This essay contrasts demography and sociology from a classical perspective. Both disciplines share a similar history: an intellectual upswing in the second half of the 20th century, followed by some uncertainty regarding their scientific role. They differ in two respects. First, the research objects (i. e., population) and methods (i. e., quantitative) of demography are more firmly defined than those of sociology, which is more diverse topically, methodologically, and theoretically. Second, demography is less widespread than sociology in global academia.

key words

demography, sociology, epistemology, sociology of knowledge



Introducción

Estudiar una ciencia implica interesarse por sus formas de aproximarse a lo real y por sus teorías y métodos. Es también reconstruir la génesis sociohistórica de una comunidad científica. Ese primer enfoque es epistemológico: analizar la ciencia y sus herramientas, desde un enfoque interno. El segundo es sociológico: aproximarse a la ciencia como construcción social. Este ensayo propone contrastar la sociología y la demografía. Ello implica descentrarse de las rutinas de cada una, y luego considerar sus semejanzas y diferencias. Cabe también preguntarse si esto tiene relevancia, ya que comparar cosas demasiado dispares no tiene sentido.

Postulamos que contrastar la demografía y la sociología sí es factible porque ambas son ciencias sociales. La sociología lo es por definición: es un neologismo que combina la raíz latina socius (“compañero”) y la raíz griega λόγος (“estudio”). En cuanto a la demografía, ello sí suscita un debate. Este ensayo adopta la visión de Caldwell (1996): la demografía “es, en gran parte, una ciencia social, y cada vez lo es más” (p. 333). Además, tengamos presente que la demografía y la sociología no son monolitos.

Así, este ensayo no pretende ser exhaustivo. Espera ofrecer una perspectiva, una de tantas otras, mediante la descripción de planteamientos y debates clásicos de ambas ciencias. Primero, se esboza una reflexión epistemológica, declinada en tres dimensiones: gnoseológica, metodológica y ética. Segundo, se bosqueja una reflexión sociológica, atenta a las historias académicas y a las grandes narrativas de la demografía y la sociología, así como a los rasgos típicos del demógrafo y del sociólogo.

Enfoque epistemológico

Abarquemos, siguiendo a Piaget (1967), tres cuestiones: gnoseológica —en qué consiste el conocimiento—, metodológica —con qué herramientas aportar el conocimiento— y ética —cuáles son los criterios de validación del conocimiento—.

El conocimiento
El Diccionario demográfico multilingüe de las Naciones Unidas define la demografía como “la ciencia que tiene por objeto el estudio de las poblaciones humanas tratando, desde un punto de vista principalmente cuantitativo, su dimensión, su evolución y sus características generales” (Maccio, 1985, p. 17). Según criterios metodológicos, la demografía formal está soportada por las matemáticas y la estadística; la demografía social se enfoca en la comprensión y la explicación de los fenómenos, con lo que inicia la interdisciplinariedad (Tabutin, 2007, p. 17).

Según criterios temáticos, la demografía histórica es el “estudio de la historia de la población y de la sociedad humana en general” (International Commission for Historical Demography [ICHD], 2012); la sociodemografía es el “estudio de las relaciones entre los fenómenos demográficos y los fenómenos sociales” (Maccio, 1985). El análisis demográfico, “estudio de las componentes de variación de la población y sus cambios” (Hauser y Duncan, 1975, p. 47), constituye el núcleo de la demografía. Se integra al campo más amplio de los estudios sobre la población, que abarcan el análisis de las relaciones entre estas variaciones demográficas y otras cuestiones acerca de la población que son de interés para otras ciencias.

La demografía se caracteriza así por un objeto específico: la población. La sociología, en cambio, estudia un objeto general, acaso vago: la sociedad. Los sociólogos abogan por una estrategia imperialista: toda parcela de lo real puede convertirse en objeto de estudio. Como botón de muestra, consideremos los paradigmas de dos de los fundadores de la disciplina, Weber y Durkheim. Durkheim (1986) conceptualiza los hechos sociales como caracterizados por la exterioridad —toda una serie de instituciones preexisten a los individuos— y la coacción —el hecho social se impone a los individuos—. Para Weber (1996), el objeto de la sociología es la acción social. Existe primero el comportamiento humano —todo lo que un individuo hace o piensa—, luego las acciones dotadas de un sentido subjetivo, y por último, las acciones sociales, subjetivamente significativas y orientadas hacia el otro.

En definitiva, no hay consenso en torno al ámbito de la sociología. En cambio, la demografía sí definió su quehacer, inclusive desde las altas esferas de la disciplina —notablemente, la División de Población de las Naciones Unidas con el Diccionario demográfico multilingüe—. Conforme se fue desarrollando la sociología se multiplicaron las áreas temáticas —por ejemplo, sociología urbana, sociología económica, sociología de la inmigración—, lo cual habría puesto en peligro su consistencia (Therborn, 2000; Wallerstein, 2006).

Los métodos
Al pensarse como principalmente cuantitativa, la demografía atribuye una importancia fundamental a los métodos. Ahora bien, “en una ciencia pensada como empírica, […] las relaciones más importantes no se pueden establecer mediante la observación directa” (Keyfitz, 1975, p. 267). Adquieren particular relevancia las técnicas destinadas a contrarrestar las dificultades originadas por la cuasiimposibilidad de la observación directa. Presentemos dos: cómo recolectar datos —usando fuentes de información— y cómo establecer vínculos entre variables —elaborando modelos matemáticos—.

La demografía ha desarrollado una amplia gama de métodos para recolectar información, para lo cual ha afrontado tres retos: la cantidad, calidad y riqueza temática de los datos. En cuanto a la calidad, por ejemplo, existen dos tipos de errores en las historias de nacimiento: la omisión de nacimientos —lo que genera una subestimación de la fecundidad— y la datación incorrecta de los nacimientos —lo que altera los niveles y las tendencias de la fecundidad (Juárez, 2008)—. En cuanto a la cantidad y a la riqueza temática, los registros de población integran casi todos los datos demográficos, pero poca información de índole económica y social (Tabutin, 1997, pp. 389-392).

La demografía se presta fácilmente al uso de modelos matemáticos porque los eventos que considera —es decir, edad, número de hijos, etcétera— son en su mayoría numéricos, y permiten paliar la eventual mala calidad de los datos y apoyar proyecciones de población. De hecho, se acercan más a los modelos usados en las ciencias físicas que a los de las ciencias sociales. Ahora bien, se ha notado cierto declive en su uso en las últimas décadas, en pro de modelos estadísticos (Coale y Trussell, 1996) y, recientemente, computacionales.

La sociología ha discutido dos cuestiones fundamentales: los enfoques de comprensión de lo social y el uso de los métodos cualitativos y cuantitativos. Durkheim (1986) aboga por observar los hechos sociales como cosas, adoptando una mirada exterior y abandonando prenociones. Tal postura es difícil de conseguir porque el sociólogo pertenece a los hechos sociales que estudia. Durkheim (2008) recurrió entonces a indicadores fríos y distantes, en particular estadísticos, como en la obra clásica El suicidio.

Para Weber (1996), en vez de evitar la particularidad con herramientas generales como las estadísticas, cabe al contrario elaborar técnicas capaces de reconstruir el sentido de la acción individual. A grandes rasgos, los sociólogos cuantitativos argumentan que el carácter replicable de sus métodos contribuye a que la sociología se legitime como ciencia. Los sociólogos cualitativos, en cambio, enfatizan la pobreza descriptiva e interpretativa de los métodos cuantitativos.

La ética
Se dice que la demografía es una ciencia sin teoría. Sólo dos destacan: la teoría maltusiana y la teoría de la transición demográfica (Chesnais, 1992, p. 1). Es incluso problemático etiquetar la transición demográfica como teoría: algunos demógrafos cuestionan sus supuestos básicos, por ejemplo, la precedencia del descenso de la mortalidad sobre el de la fecundidad (Coale, 1977). Más que un conjunto teórico, la especificidad de la demografía radica, pues, en una postura metodológica particular: el rigor en el manejo de datos y el uso de métodos cuantitativos especializados. Petersen (1975) examinó estudios arqueológicos, históricos y antropológicos y concluyó que, desde criterios demográficos, la calidad y el tratamiento de los datos no podían justificar las conclusiones. En regla general, los demógrafos desconfían de todo lo que no se pueda verificar cuantitativa o cualitativamente (Caldwell, 1996, p. 312).

La maldición de la sociología es que comparte su lenguaje con sus objetos de estudio, al contrario de las ciencias duras, que adoptan lenguajes técnicos, como el matemático. Si se considera que el lenguaje es el criterio de demarcación entre los discursos científico y no científico, entonces el límite entre los registros sociológico y común es difícil de fijar. Validar un conocimiento sociológico consiste más bien en dictaminar resultados empíricos, métodos y teorías. Es más, a la hora de acercarse a la realidad, la sociología evita tres escollos.

El primero es la ilusión del saber inmediato. La realidad es una construcción social que hay que explicar: no hay nada obvio. El segundo es la reificación, es decir, considerar los fenómenos sociales como objetos que uno recibe, lo que impide vislumbrar el aspecto relacional y dinámico de lo social. El concepto de poder lo ejemplifica: mientras que el sentido común tiende a pensar el poder como un atributo definitivo, los sociólogos lo conceptualizan más bien como una relación reversible. El tercer escollo es la naturalización: pensar que los fenómenos siempre fueron y seguirán siendo así. Al contrario, hay que indagar la génesis de los procesos sociales.

Enfoque sociológico

Desde una mirada sociológica, interesémonos ahora en tres dimensiones: historia —autonomización científica y desarrollo académico—, mitología —grandes narrativas— y prosopografía —rasgos biográficos de los sociólogos y de los demógrafos—.

La trayectoria académica
La fecha de nacimiento de la demografía es determinada. En 1662, en un contexto de preocupación por la peste, Graunt compiló datos de iglesias londinenses e hizo series de mortalidad (Natural and Political Observations on the London Bills of Mortality). Se trató del primer intento de encontrar patrones por edad (Kreager, 1998). Para la sociología, tal datación es más complicada. Nació en el contexto de la acelerada transformación de Europa en el siglo xix, la cual engendró procesos como la secularización y la urbanización. Los contemporáneos veían la destrucción del mundo anterior como una catástrofe, pero que a la vez iba a algo mejor. El proyecto original de la sociología era, entonces, investigar cómo de aquel desorden resultaría una sociedad mejor; eran preocupaciones bastante normativas, acaso de ingeniería social.

Una vez planteadas aquellas premisas, se iniciaron intensos desarrollos metodológicos y teóricos, que generaron la creencia en un progreso eterno de ambas ciencias. Para la demografía, se enriqueció la demografía formal mediante técnicas de análisis demográfico, como el diagrama de Lexis, y aclaraciones conceptuales, como la terminología de Duncan (1866) sobre la fecundidad. Para la sociología, se acumularon estudios empíricos sobre varios temas, entre otros, los del suicidio (Durkheim, 2008) y la ciudad (Park, 1984).

Gracias a esos logros, las dos ciencias conocieron un auge intelectual después de la segunda guerra mundial. Se crearon centros de investigación y carreras en demografía (Tabutin, 2007); la sociología adquirió legitimidad intelectual (Wallerstein, 2006). Hacia finales del siglo xx e inicios del xxi, la demografía diversificó sus campos de interés, al abrirse a temas como el desarrollo, el medio ambiente y la salud. En cambio, desamparada frente a la rapidez de los cambios sociales, la sociología ha tenido dificultades para superar sus teorías clásicas. Un fenómeno notable al respecto es añadir un post a categorías que aparecen obsoletas: posmodernismo, postrabajo, etcétera (Esping-Andersen, 2000). O sea, la sociología sabe lo que ya no existe, pero no entiende bien lo que sí existe ahora.

Los grandes relatos
La sociología y la demografía se han construido sobre grandes relatos, es decir, esquemas de pensamiento que en su tiempo sentaron cátedra e influyeron en elaboraciones teóricas y trabajos empíricos subsecuentes, con lo que adquirieron una función casi mítica. La reflexión mítica complementa el pensamiento científico duro, al inventar y ordenar los fenómenos presenciados sin esquema ni modelo consciente (Lévi-Strauss, 2010). Es una manera espontánea de considerar lo real y el sustrato mental del conocimiento científico.

Para la demografía, identificar tales narrativas es difícil. Ya que su idiosincrasia ha sido tratar los datos con un rigor que le es característico más que formular teorías, se podría afirmar que mide más que piensa. Loriaux (1996) evocó una ciencia aséptica. Algunos demógrafos han lamentado que su disciplina no se involucrara más en asuntos de interés colectivo (Tabutin, 2007). Ahora bien, la emergencia de escuelas nacionales permite percibir grandes relatos. En cuanto a los determinantes de la fecundidad, Van de Kaa (1996) identifica cuatro narrativas: biológica y tecnológica, económica, social, y la innovación, difusión y cambios culturales y normativos.

Cada una encierra una forma de pensamiento espontáneo. Por ejemplo, en la posguerra, la escuela estadounidense supuso que el desarrollo económico iba a cambiar los patrones de fecundidad en los países en vías de desarrollo, que así realizarían su transición demográfica. La creencia subyacente era el predominio del crecimiento económico como vector de modernización. En cambio, la escuela francesa insistió en las determinantes sociales y la escuela alemana en los aspectos biológicos.

Las narrativas han acompañado la historia académica de la sociología de manera más clara. Nacida en tiempos de optimismo ilustrado y de fe en las virtudes de la modernidad, la sociología construyó grandes esquemas teóricos explicando una marcha triunfante hacia el progreso. Comte (2005) describió la historia de la humanidad en tres estados: el estado teológico —creencias sobrenaturales y sistema feudal—, luego el estado metafísico —pensamiento abstracto y sistema militar— y finalmente el estado positivo —pensamiento científico y sociedad industrial—. Así, las incertidumbres teóricas de la sociología hacia finales del siglo xx pueden explicarse por la pérdida de la fe en las narrativas clásicas, además de dificultades en el diseño de nuevos relatos.

En suma, en ambas ciencias existen grandes relatos que proporcionan herramientas mentales para abarcar lo real. En cuanto a la demografía, son tipos de explicaciones movilizables para dar cuenta de fenómenos específicos y que se asocian a distintas escuelas. En cuanto a la sociología, forman parte integrante de su historia; son más unificados y visibles.

Los científicos
“La demografía es lo que los demógrafos hacen” (Van Dalen y Hankens, 2012, p. 395). Contrastar las dos ciencias requiere mencionar a sus respectivos científicos. Respecto a la demografía, el número de centros de investigación, catedráticos y estudiantes es muy reducido en comparación con las demás ciencias sociales. Como lo lamentó Preston (1993), “la demografía es una disciplina pequeña, careciendo de seguridad en las burocracias académicas y siempre en busca de una razón de ser” (p. 595). En la mayoría de los países no existen licenciaturas en demografía —algunas carreras, como las de sociología o geografía, incluyen clases de demografía—; sólo se enseña en sí a nivel de posgrado.

Así, la formación inicial del demógrafo influye en su manera de explicar. Los demógrafos que se han formado como sociólogos son más propensos a explicar la fecundidad por determinantes sociales (Van de Kaa, 1996). De hecho, según una encuesta realizada a demógrafos miembros de la Unión Internacional para el Estudio Científico de la Población, las disciplinas más frecuentes de las revistas que leen o en las que publican son, además de la demografía, la sociología y la epidemiología (Van Dalen y Hankens, 2012).

La oposición entre investigación aplicada y fundamental no parece verificarse en el caso de la demografía (Guest, 1994; Van de Kaa, 1991). Por ejemplo, no existen diferencias significativas entre demógrafos aplicados y fundamentales respecto a los hábitos de lectura (Van Dalen y Hankens, 2012). En cambio, la sociología dispone de carreras y centros de estudios en casi todas las universidades del mundo. Se ha enfrentado a retos distintos. El primero es integrar a los investigadores aplicados (Uhalde, 2008). El segundo es acabar con los ensimismamientos geográficos, particularmente el provincialismo norte-atlántico (Therborn, 2000, p. 43). Wallerstein (2006) propone que se refuercen los intercambios entre investigadores y estudiantes de países centrales y periféricos, y que cada sociólogo sea capaz de leer literatura en cinco lenguas como mínimo, en aras de tener presente la extensión del conocimiento a su disposición.

Conclusiones

Recapitulemos, pues, las principales convergencias y divergencias clásicas entre la demografía y la sociología. La demografía es más unificada en torno a sus objetos de estudio y a sus métodos. El rigor metodológico es su principal rasgo definitorio. La sociología valida el conocimiento mediante la combinación apropiada de resultados empíricos, métodos cuantitativos y cualitativos, y teorías, mientras que la demografía es una ciencia sin teoría.

Otro corolario del espesor teórico de la sociología es la mayor importancia de las grandes narrativas. Ambas ciencias aprovecharon la alta certeza en su legitimidad intelectual y en su lugar en la división del trabajo científico en la posguerra. Luego, hacia finales del siglo xx, la demografía se abrió a más temas de interés; la sociología se enfrentó a cierta incapacidad de renovar su aparato teórico frente a los cambios sociales. Por último, la demografía es menos difundida a escala mundial que la sociología.



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