Vol. 18, núm. 45, 2022
doi: http://doi.org/10.30973/inventio/2022.18.45/7

La visita de los mil disfraces: El diario del año de la peste (1722), de Daniel Defoe

The Visit with a Thousand Disguises: A Journal of the Plague Year (1722), by Daniel Defoe

Anaclara Castro Santana
orcid: 0000-0002-0985-3849 / anaclaracastro@filos.unam.mx
Instituto de Investigaciones Filológicas (iifl), Universidad Nacional Autónoma de México (unam)

resumen

El artículo contiene una nota crítica sobre El diario del año de la peste (1722), de Daniel Defoe, una novela de corte histórico que narra el progreso de la peste negra que devastó Londres en 1665. Se hace una invitación a leer esta obra (que el 17 de marzo de 2022 cumplió trescientos años de haberse publicado), y se observan algunos puntos de interés, tanto de su autor como de la trama de la novela, así como algunas implicaciones de asociar el sustantivo visita con el advenimiento de la peste. El artículo se vincula con la experiencia de la humanidad del siglo covid ante la pandemia del xxi-19.

palabras clave

El diario del año de la peste, novela histórica, peste negra, pandemia, covid-19

abstract

The article contains a critical note on Daniel Defoe’s A Journal of the Plague Year (1722), a historical novel that narrates the progress of the Black Death that devastated London in 1665. An invitation is extended to read this work (which on March 17, 2022, was three hundred years since its publication). Points of interest about both its author and the plot of the novel are also noted, as are some of the implications of associating the noun visit with the advent of the plague. The article is linked to the experience of 21st century mankind in the face of the covid-19 pandemic.

key words

A Journal of the Plague Year, historic novel, black death, pandemic covid-19



Introducción

Toda relectura de un clásico es una lectura
de descubrimiento como la primera
[…]
Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura
Italo Calvino, Por qué leer los clásicos

Vale la pena (volver a) leer a Daniel Defoe. Vale la pena hacerlo en general, en cualquier momento, pues sus libros tienen algo para cada gusto. Está, por ejemplo, la fantasía del individuo de ingenio tan extraordinario como improbable, quien triunfa ante toda suerte de adversidades, en su muy famosa, y perenne objeto de reescrituras, Robinson Crusoe (1719). A esta novela se le puede saborear, dejándose contagiar por la candorosa energía de su narrador, como un apasionante relato de aventuras que celebra la resiliencia humana. Pero también es deseable (y, de hecho, casi inevitable) escudriñársele a través de lentes críticos que develan la despiadada empresa colonial que las entretenidas proezas de Crusoe naturalizan y justifican.

Una lectura tal lleva observar, cual lo hiciera J. M. Coetzee en su magistral Foe (1986) y en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 2003 (The Nobel Prize, 7 de diciembre de 2003), la ausencia de voces marginales y de perspectivas distintas a la del ambicioso optimismo capitalista europeo en los albores de la modernidad.1 En este sentido, es interesante notar cómo la hipermasculinidad de Robinson Crusoe —donde no hay un solo personaje femenino de mediana relevancia— va de la mano de la cruel practicidad con que se retrata la depredación de otras culturas, como, por ejemplo, las comunidades caribs a las que pertenecen Friday y los caníbales que visitan la isla, o los esclavos africanos y árabes que aparecen en distintos momentos de la trama.

Quien busque adentrarse en el mundo del crimen y la supervivencia cotidiana del Londres de la modernidad temprana, puede dejarse cautivar por Moll Flanders (1722), una novela que no fuera traducida al español sino hasta 1933 (Lasa Álvarez, 2004, p. 197), la cual ha despertado el interés crítico en décadas recientes gracias a su compleja caracterización de una joven quien, por medio de tretas y artificios, consigue franquear las barreras del sistema de clases y el doble estándar sexual, de suerte que alcanza la prosperidad económica y el reposo honorable en su vejez.2

Con ambivalencia singular, la voz narrativa de Moll Flanders nos invita a admirar la sagacidad de su protagonista y su capacidad para navegar en los encrespados mares de una sociedad plagada de injusticias —donde las mujeres siempre llevaban las de perder (más aún si eran pobres)— al mismo tiempo que, con un tono predicador por demás cansino, condena y se indigna ante la inmoralidad de las indiscreciones de Moll con las que justo acaba de divertirnos. Una línea similar se sigue en Roxana (1724), la novela final de Defoe, donde una protagonista de altos vuelos sociales lucra con su sexualidad de manera aún más explícita de lo que lo hace Moll en su texto homónimo.

Obras menos conocidas, como Las aventuras del capitán Singleton (1720), Memorias de un caballero (1720) y El coronel Jack (1722), pueblan geografías reales y hechos históricos verdaderos con personajes y detalles ficticios, envueltos en peculiares reflexiones morales. Sería preciso mucho más espacio del que se dispone aquí para hacer siquiera una mención general de los muchos otros libros firmados por o atribuidos a Defoe. De acuerdo con una de sus biógrafas modernas, incluso haciendo un estimado conservador, es posible asegurar que escribió al menos 318 obras, entre las que figuran novelas, poesía, manuales de conducta, panfletos satíricos, así como piezas periodísticas (Backscheider, 2008, s.p.). En el inventario académico más extenso, se le atribuye la autoría de 572 textos distintos (Furbank y Owens, 1998, p. xx).3

Figura 1
Ilustración de Robinson Crusoe (1891), de Walter Paget


Fuente: Wikimedia Commons (2020).

Ecos que resuenan a tres siglos de distancia

Ya lo decía al principio, vale la pena leer a Defoe en general. Mas, en este momento, con el fin de la pandemia por covid-19 divisándose en el horizonte, y la tentación —o necesidad— de olvidar sus rigores para dar vuelta a una página más optimista, también viene bien acercarse a otro Defoe en específico: el que con voz de cronista advierte cómo la historia tiende a repetirse, dando cuenta de las fragilidades y los lados más oscuros de la naturaleza humana que se manifiestan cuando se perturba la frágil corteza de la estabilidad social.

El diario del año de la peste, publicado por primera vez el 17 de marzo de 1722 (Roberts, 2019, p. x), presenta un relato, en apariencia factual, sobre la que sería la última gran embestida de la temida muerte negra durante el año de 1665. La peste era una vieja conocida en Europa, que asoló a la población de manera periódica durante la Edad Media y el Renacimiento, hasta desvanecerse de a poco y ceder su trono fatídico a otras monarcas de la devastación, como la viruela y la tuberculosis.

Cabe abrir un paréntesis para notar, a modo de breviario, que en años recientes la comunidad científica ha considerado la posibilidad de que la peste bubónica, transmitida por las pulgas de las ratas, no haya sido la única responsable de las altas tasas de mortandad epidémica. Se especula —con fundamentos cuya explicación amplia escapa tanto a mi profesión como a los alcances de este breve texto— que en todas las oleadas de la peste pudieron haber convivido, en simultáneo, otras enfermedades, entre las que destacarían el ántrax (de origen bacteriano), y antecedentes del virus de inmunodeficiencia humana (vih) y del ébola.4 Ecos perturbadores de estas teorías vibran en las paredes de nuestros tiempos, ahora que, en concomitancia con la covid-19, ha habido brotes de viruela del mono, hepatitis, influenza, entre otras.

Figura 2
Portada de la primera edición de El diario del año de la peste (1722), de Daniel Defoe


Fuente: Wikimedia Commons (2006).

El diario del año de la peste ofrece la perspectiva de alguien que se identifica simplemente con las siglas H. F., un comerciante londinense quien, ante el arribo de la peste, decide quedarse en la ciudad, en vez de huir al campo cual hicieran tantos otros en su lugar. Escribiendo desde una posición temporal imprecisa años después, H. F. reconstruye los hechos y transmite a sus lectores testimonios de primera mano sobre el progreso de la enfermedad, las soluciones propuestas por las autoridades, así como los ires y venires en las actitudes de los habitantes ante la imponderable calamidad que les pasea de la incredulidad a la desesperanza, hasta llegar a la indiferencia y la temeridad.

A lo largo de todo el libro, el estéril recuento factual de las muertes semanales se llena de color con pasajes sensacionalistas sobre las extravagancias de quienes se entregan al fervor religioso, o de quienes tratan de eludir las medidas de confinamiento impuestas por las autoridades y terminan por causar problemas mayores. El relato se puebla también de momentos sentimentales —como la historia del barquero que aprovisiona a su familia, con sana distancia, por medio de una portezuela, ayudado de una vara—, y aún se salpica de episodios chuscos, o de humor macabro, como la anécdota del borracho que se queda dormido en una carreta que transporta cuerpos y despierta justo a tiempo para no ser arrojado a la fosa común. En sus recorridos por los distintos barrios de la ciudad, H. F. pinta un paisaje de la sociedad londinense en el que esboza aspectos de organización política, de la estratificación por clases, de las facciones religiosas, las costumbres alimenticias y de esparcimiento. La narración abunda en detalles materiales, como nombres de calles, tabernas, iglesias y cementerios. Todo esto abona a la creación de lo que se ha descrito como una poética de realismo formal, de la que Defoe se considera pionero.

Son tantos y tan peculiares los deícticos geográficos evocados por Defoe, que es casi un lugar común afirmar que la heroína de esta historia es la mismísima ciudad de Londres, quien, tras perder habitantes, edificaciones (por abandono, incendio u otro tipo de destrucción derivada del caos) y parte de su dignidad, se mantiene en pie y acaso resurge renovada.5 Esta caracterización de la metrópolis renacida retoma el tropo del fénix utilizado medio siglo antes por John Dryden (1631-1700) en su poema elegiaco Annus Mirabilis (1667), donde se exalta la resiliencia de Londres y sus habitantes al afrontar la catástrofe del Gran Incendio, ocurrido un año después de la Gran Peste. Pero, mientras que Dryden, en aras de justificar el derecho divino al mandato, caracteriza al monarca Carlos II como héroe que guía a sus súbditos hacia la salvación, en Defoe los ciudadanos son abandonados a su suerte por gobernantes que brillan por su ausencia, de modo que toca a cada uno velar por sus intereses. Es aquí donde podemos percatarnos del encomio de la ideología individualista que comúnmente se discute en relación con Robinson Crusoe y Moll Flanders, pero que no siempre se asocia con El diario del año de la peste.

Figura 3
Nueve imágenes de la peste en Londres, de Walter George Bell


Fuente: Wikimedia Commons (2014).

La visita y la pesca, a los tres días apesta

Al igual que muchas obras dieciochescas, El diario del año de la peste ostenta en su portada original un título extenso que funge como adelanto de su contenido. En este caso: El diario del año de la peste: que contiene observaciones o remembranzas de los acontecimientos más notables, tanto públicos como privados, sucedidos en Londres durante la última gran visita en 1665. Escrito por un ciudadano que permaneció todo el tiempo en Londres. Nunca antes publicado. Tan sólo esta vasta oración que nos saluda antes de abrir el libro brinda mucha tela de donde cortar. Puede observarse, por ejemplo, la presentación en díadas de adjetivos contrarios (“públicos como privados”) y sustantivos que rehúyen el impulso de clasificación al ofrecer dos alternativas a elegir (“observaciones o remembranzas”).

Lo anterior puede llevarnos a notar tanto las diferencias entre los términos como su indisolubilidad última. Todo esto se ve reflejado en el relato mismo, el cual no es ni un tratado histórico, ni inventiva pura, sino una artificiosa combinación de ambos. Se podrían explorar algunas de las implicaciones de etiquetar al autor como “un ciudadano”, o el anuncio, en la oración contigua, de que su historia “nunca antes se había publicado”. Sin embargo, para cerrar esta invitación a leer El diario del año de la peste quiero concentrarme en la frase final del título, “la última gran visita”; en específico en la noción de visita —una palabra recurrente a lo largo de toda la obra— como forma de describir la relación entre la epidemia y sus desafortunados hospederos.

En inglés, la etimología de visita, o visitation, como aparece en el texto de Defoe, viene del francés y, a su vez, del latín visitatio, raíz que comparte con el español y hace más fácil su equivalencia, para fines prácticos. De acuerdo con el Oxford English Dictionary, a visitation se relaciona con el acto de acudir a alguien con el propósito de entablar una convivencia formal o amistosa. La segunda acepción general se refiere a visita como la acción ejecutada por una autoridad de llegar a un lugar para inspeccionar su funcionamiento. En los cinco incisos subsecuentes se continúa con variantes de la idea de realizar una inspección o examen.

Figura 4
Bring Out Your Death (1864), de Edmund Evans


Fuente: Wikimedia Commons (2021).

Mucho más adelante se señala que es el deber humanitario o piadoso de allegarse a un enfermo para reconfortarle. Hacia el final de la muy extensa entrada de este diccionario aparece una definición más cercana a la usada por Defoe: la venida de un poder sobrenatural o divino con miras a administrar justicia retributiva. En los últimos subapartados de esta categoría final —donde se enlistan los significados menos frecuentes— el sustantivo visitation adquiere carices aún más negativos. Se habla allí de infligir una enfermedad o algún otro problema, en especial como forma de castigo. Finalmente, se menciona visitation como la acción destructiva llevada a cabo por un ente o espíritu maligno. Es justo de esta manera como se entiende la visita de la peste al Londres de 1665.

Tras esta breve deambulación por las páginas del diccionario más amplio de la lengua inglesa podemos colegir que, si bien el uso que hace Defoe de visitation no es idiosincrático ni mucho menos un neologismo, tampoco era tan común en su momento y en el nuestro ha sido olvidado casi por completo. No es mi interés aquí ahondar en la filología del término, sino prestar atención a la ironía de invertir la connotación positiva que solemos dar al concepto de una visita. En general, es la persona sana quien visita al enfermo, o incluso alguien que busca sanarlo, como un médico. O, en el ámbito moderno, es una quien visita a la doctora cuando se enferma. Pero ¿qué pasa si la enfermedad es contagiosa y un enfermo —que quizá no se sabe tal— te visita y te deja ese regalo poco grato? Esto es algo que se ha ilustrado con tinta corrosiva en la pandemia de la que estamos saliendo: ¿qué tal si tú, como visita, llevas la enfermedad, o si alguien trae la enfermedad de visita a tu casa?

Es iluminador, si bien escalofriante, pensar las pestes de antaño o las epidemias modernas como visitas periódicas que llegan sin ser invitadas y se van, despidiéndose mucho (quizá con pocas ganas de irse), dejando a sus anfitriones hastiados hasta la náusea. Aunque mucho menos severo en su mortalidad que la peste negra, el covid-19 ha probado ser un huésped que continúa prolongando su estadía hasta el cansancio, mucho más allá de lo contemplado en los estimados más pesimistas.

Leer El diario del año de la peste en este contexto ofrece el consuelo a medias de que las enfermedades infecciosas han visitado y seguirán visitando a la humanidad, bajo uno u otro disfraz, pero que, sin embargo, nuestra especie seguirá emergiendo de las cenizas de la devastación transformada de alguna manera. Al cerrar el libro de Defoe queda abierta la invitación a sus lectores, igual de tristes (y acaso más sabios), a deleitarse en el confort de la estabilidad, hasta el próximo advenimiento de la visita de los mil disfraces.



Notas

1 Como otras participaciones académicas del escritor sudafricano J. M. Coetzee, su discurso de aceptación del Nobel, titulado “He and His Man”, adopta la forma de un relato ficticio. En éste, el personaje Crusoe, de regreso en Inglaterra y ya bien entrado en la vejez, reflexiona sobre las nociones de autoría, verdad, ficción y la influencia del mercado literario en las decisiones de escritura. El texto puede escucharse leído por su propio autor (The Nobel Prize, 7 de diciembre de 2003) y también se encuentra en formato de libro (Coetzee, 2004).

2 Sobre las traducciones de Moll Flanders al español, véase Lasa Álvarez (2004).

3 Se trata de la lista compilada por John Robert Moore (1971).

4 Al respecto véase, por ejemplo, Byrne (2004, pp. 27-29), quien cita reportes de biología molecular que evidencian la existencia de una mutación en el 15% de la población caucásica europea que permite a sus receptores celulares bloquear la entrada del vih y su replicación. Esta mutación puede ser rastreable a eventos de enfermedad ocurridos siete siglos atrás, por lo que se ha establecido un vínculo entre la sobrevivencia a la peste negra y la inmunidad ante el vih. Kelly (2005, pp. 113 y 296-303) revisa con mayor amplitud las teorías sobre la concomitancia de la peste bubónica con otras enfermedades, como el ántrax y fiebres hemorrágicas emparentadas con el ébola.

5 Frank Ellis (1994, p. 79) atribuye la apreciación de Londres como heroína de la novela a Maximillian Novak, uno de los críticos modernos de Defoe más sagaces. Sin embargo, Novak (1977) en realidad afirma que la novela tiene un “héroe colectivo—los pobres de Londres”, y que al final “lo que importa es la supervivencia de Londres” (p. 243).



Referencias

Backscheider, P. R. (2008). Defoe, Daniel (1660?-1731) writer and businessman. The Oxford Dictionary of National Biography. Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/ref:odnb/7421

Byrne, J. P. (2004). The Black Death. Greenwood Press.

Coetzee, J. M. (2004). The Nobel Lecture in Literature, 2003. Penguin Books.

Defoe, D. (1722). A Journal of the Plague Year: Being Observations or Memorials, of the most Remarkable Occurrences, as Well Publick as Private, which Happened in London During the Last Great Visitation in 1665, Written by a Citizen who Continued all the While in London. Never Made Publick Before. London: Printed for E. Nutt at the Royal-Exchange; J. Roberts in Warwick-Lane; A. Dodd without Temple-Bar; and J. Graves in St. James’s-Street.

Dryden, J. (1667). Annus Mirabilis: The Year of Wonders, 1666 An Historical Poem Containing the Progress and Various Successes of Our Naval War … and Describing the Fire of London. Printed by Henry Herringham.

Ellis, F. H. (1994). Review: Defoe’s Journal of the Plague Year. The Review of English Studies, 45(177), 76-82. https://www.jstor.org/stable/517443

Furbank, P. N y Owens, W. R. (1998). A Critical Bibliography of Daniel Defoe. Pickering and Chatto. https://doi.org/10.4324/9781315476698

Kelly, J. (2005). The Great Mortality: An Intimate History of the Black Death, the Most Devastating Plague of All Time. Harper Collins.

Lasa Álvarez, M. B. (2004). Moll Flanders por primera vez en español: una traducción “popular”, Garoza, 4, 194-217. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2377402

Moore, J. R. (1971). A Checklist of the Writings of Daniel Defoe. 2nd edition. Archon Books.

Novak, M. (1977). Defoe and the Disordered City. pmla, 92(2), 241-252. (pp. 11-125). https://www.jstor.org/stable/461944

Roberts, D. (2019). Introduction. En L. Landa y D. Roberts (eds.). A Journal of the Plague Year by Daniel Defoe (pp. ix-xxvi). Oxford University Press.

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Wikimedia Commons (5 de octubre de 2014). Walter George Bell - Nine images of the plague in London, 17th century [ilustración]. Wikipedia. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Nine_images_of_the_plague_in_London,_17th_century_Wellcome_L0016640.jpg

Wikimedia Commons (10 de octubre de 2020). Walter Paget - The Life and Strange Surprising Adventures of Robinson Crusoe. With one hundred and twenty original illustrations by Walter Paget. London: Cassell & Co 1896 [ilustración]. Wikipedia. https://de.m.wikipedia.org/wiki/Datei:Robinson_Crusoe_Walter_Paget_1896_100.jpg

Wikimedia Commons (23 de diciembre de 2021). Edmund Evans - Bring Out Your Death [grabado]. Wikipedia. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Edmund_Evans_-_Bring_Out_Your_Dead_-_B1998.14.950_-_Yale_Center_for_British_Art.jpg