Vol. 19, núm. 47, 2023
doi: http://doi.org/inventio/10.30973/2023.19.47/4

Foucault y Deleuze: crítica y evolución de las discusiones intelectuales en Francia

Foucault and Deleuze: critique and evolution of intellectual debates in France

Osbaldo Amauri Gallegos de Dios
0000-0002-8469-2037, osbaldoamauri27@gmail.com
Centro de Investigaciones en Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad Regional Occidente (ciesas)/Universidad de Toulouse Jean Jaurès, Francia

resumen

En este artículo, mediante una revisión de la historia intelectual, se analiza la consolidación de la figura del intelectual en Francia a partir del caso Dreyfus, para entender las posturas ante acontecimientos políticos de pensadores como Jean-Paul Sartre, así como el llamado compromiso ante situaciones de esta índole en los años sesenta. Es contra el radicalismo y el compromiso marxista de Sartre que se presentan los análisis de Foucault y Deleuze en esa misma década y comienza una resignificación del concepto de intelectual, como puede observarse en la idea del intelectual específico y en sus vínculos con aquella idea del compromiso (Foucault), así como en la crítica del intelectual mediático y en la destitución intelectual (Deleuze).

palabras clave

Foucualt, Deleuze, historia intelectual, intelectual universitario, medios de comunicación, destitución intelectual

abstract

Through a review of intellectual history, this article analyzes the consolidation of the figure of the intellectual in France since the Dreyfus affaire, in order to understand the positions of thinkers such as Jean-Paul Sartre regarding political events, as well as the so-called commitment to situations of this nature in the 1960s. It is against Sartre’s radicalism and Marxist commitment that the analyses of Foucault and Deleuze appear in that same decade and a resignification of the concept of intellectual begins, as can be seen in the idea of the specific intellectual and its connection with the idea of commitment (Foucault), as well as in the critique of the media intellectual and intellectual impeachment (Deleuze).

key words

Foucault, Deleuze, intellectual history, university intellectual, media, intellectual impeachment



Introducción

Desde que se popularizó en Francia la utilización del concepto de intelectual a partir del caso Dreyfus, éste ha sido un concepto cambiante, analizado, amado y odiado. En ese país, durante la primera mitad del siglo xx, existió una gran cantidad de discusiones sobre el papel del intelectual en las que intervinieron escritores de la talla de Émile Zola, Anatole France —premio Nobel de literatura en 1921—, Julien Benda, André Gide —premio Nobel de literatura en 1947—, André Malraux, Raymond Aron, Albert Camus —premio Nobel de literatura en 1957—, Jean-Paul Sartre —quien rechazó el premio Nobel de literatura en 1964—, entre otros. De ahí la importancia histórica de la aparición de pensadores como Michel Foucault y Gilles Deleuze, quienes se contrapusieron a sus antecesores, criticaron su compromiso político, analizaron su utilización de los medios de comunicación y cuestionaron la actitud mesiánica que mantuvieron como portadores de la verdad.

El compromiso y las pasiones de los intelectuales —ya sea a favor o en contra—, desde principios del siglo xx hasta finales de los años sesenta, estuvieron en el centro de los análisis de los pensadores franceses, y algunos escritores como Sartre llevaron ese compromiso al extremo. Por ello, a finales de esa década el tema del compromiso de los intelectuales implosionó en Francia, lo que condujo a que los pensadores galos analizaran este cambio en las discusiones intelectuales en el contexto del resurgimiento de la universidad y de la consolidación de los medios de comunicación.

Foucault y Deleuze representan una nueva época en Francia porque ya no se trataba de la crítica o compromiso político con la izquierda marxista-comunista. Ambos intelectuales consolidaron su pensamiento en los años sesenta, durante una época de cambio de ideas en todos los niveles. Una década antes, el compromiso de los intelectuales había llegado al extremo en Francia y había sido criticado en dos obras clave: El hombre rebelde, de Albert Camus, y El opio de los intelectuales, de Raymond Aron.

Por tales motivos, contra el radicalismo y el compromiso marxista de Sartre se presentaron los análisis de Foucault y Deleuze en esa década y en años posteriores, dando paso a una resignificación del concepto de intelectual, como puede observarse en la noción del intelectual específico y sus vínculos con el compromiso (Foucault), así como en la crítica del intelectual mediático y la destitución intelectual (Deleuze). Foucault y Deleuze ya no fueron seducidos por el compromiso intelectual y buscaron en sus obras ser hombres de su tiempo y mostrar el cambio de guardia.

El caso Dreyfus y la historia intelectual

Intelectual, en una de sus acepciones, puede definirse como actor del debate público: “ser cívico —‘conciencia’ de su tiempo, intérprete de la nación o voz de su pueblo, tareas acordes con la definición de los intelectuales como grupo ético—” (Altamirano, 2010, p. 9). Sin embargo, en el siglo xxi, dentro de las discusiones universitarias en Latinoamérica, existen diversos usos del concepto de intelectual, lo que muestra la evolución que ha tenido y las diferentes interpretaciones que existen.

El caso Dreyfus fue un momento clave en la evolución de la figura del intelectual, a partir del cual se plasmó el concepto moderno que tenemos de él. Esta figura ha estado asociada al grupo portador de valores universales —verdad, justicia y razón— al que pertenecen escritores, universitarios y artistas que intervienen en el debate público. A finales de 1894, el capitán del ejército francés Alfred Dreyfus fue acusado injustamente de haber entregado a los alemanes documentos secretos. Enjuiciado por un tribunal militar, fue condenado a prisión perpetua por el delito de alta traición. Ante esta injusticia, el escritor Émile Zola publicó un texto titulado “¡Yo acuso…!”, un alegato a favor del capitán Dreyfus que cambió la opinión de varios escritores en Francia (Hourmant y Leclerc, 2012, pp. 9-11).

El 14 de enero de 1898, el periódico L’Aurore publicó un breve petitorio bajo el título de “Una protesta”, cuyos firmantes eran hombres de letras y científicos que reprobaban el juicio contra Dreyfus. Durante varias semanas se recibieron las firmas de apoyo de personalidades como Anatole France, André Gide, Marcel Proust y Charles Péguy. El 23 de enero de 1898, Georges Clemenceau, jefe de redacción de L’Aurore, publicó en este mismo diario una referencia al texto petitorio y a sus firmantes: “esos intelectuales que se agrupan en torno a una idea y se mantienen inquebrantables”.

Así, el periodista Clemenceau anunciaba que los intelectuales, como nuevo actor colectivo, habían hecho su ingreso en la vida pública francesa. El elogio de Clemenceau provocó que Maurice Barrès publicara, en Le Journal del 1 de febrero de 1898, el editorial titulado “La protesta de los intelectuales”, donde descalificaba a los firmantes. Para el historiador Pascal Ory, este artículo marca la fecha de bautizo de la palabra intelectuales en el lenguaje ideológico contemporáneo, por lo que, con el caso Dreyfus, surgió simultáneamente el elogio del intelectual y el discurso en su contra (Altamirano, 2013, p. 40).

Históricamente, el concepto de intelectual es relativamente nuevo y su empleo para designar a un actor de la vida pública no pasa del último tercio del siglo xix. En el Primer diccionario etimológico de la lengua española de 1881, uno de los significados del vocablo intelectual indicaba una ocupación: “El dedicado al estudio y la meditación”. Más de treinta años después, en la Enciclopedia Espasa-Calpe (1926), la palabra intelectuales designaba a los cultivadores del género literario o científico. De acuerdo con la historia, el nacimiento de esta noción en la cultura contemporánea remite a Francia en el año 1898, por el debate que movió a la opinión pública francesa en torno al caso Dreyfus. En Francia, antes de este caso, la palabra intelectual se había utilizado poco, en general en revistas de la vanguardia anarquista y simbolista de París (Altamirano, 2013, p. 39).

En Latinoamérica, el caso Dreyfus se conoció rápidamente porque el 20 de enero de 1898, el diario argentino La Nación destacó que el caso Dreyfus constituía “el hecho de mayor actualidad que existe en el terreno internacional”. El vocablo intelectual, con la acepción que se le dio en Francia, se reprodujo rápidamente en América Latina, y en 1900 el escritor y político uruguayo José Enrique Rodó le anunció a un amigo la publicación de su ensayo Ariel: “Me gustaría que esta obra mía fuera el punto de partida de una campaña de propaganda que siga desarrollándose entre los intelectuales de América”. En 1904, Pedro Henríquez Ureña señaló que el mensaje de Ariel tenía como destinatario a una “juventud ideal, la élite de los intelectuales”. Posteriormente, el 1 de mayo de 1905, el peruano Manuel González Prada dictó la conferencia “El intelectual y el obrero”, por lo que la inserción de este concepto dentro del discurso latinoamericano comenzó con el inicio del siglo xx (Altamirano, 2013, p. 45).

La historia intelectual y la historia de los intelectuales se trata de un acercamiento que ha ganado importancia desde finales del siglo xx en Francia y Latinoamérica. Para François Dosse, en la historia intelectual se observa una oscilación entre percibir a los intelectuales como un grupo social particular y la ubicación por su compromiso en las luchas ideológicas y políticas. Desde los años ochenta, los historiadores franceses han explorado la historia de los intelectuales orientándose a partir del modelo del caso Dreyfus, de donde se establece el tipo ideal de intelectual comprometido y de anti-intelectualismo (Dosse, 2003, pp. 15-43).

Dosse explica que la historia intelectual utiliza tres herramientas: el estudio de los itinerarios, la explicación de las generaciones y la observación de estructuras de sociabilidad. Se busca trabajar de forma conjunta a los autores, sus obras y el contexto social, en una aproximación externa que privilegia las redes de sociabilidad e intenta dar cuenta de las obras, trayectorias e itinerarios, más allá de las fronteras disciplinarias, remitiendo a la historia política, las ciencias políticas y la historia de las ideas políticas. La historia intelectual intenta interpretar las obras en el tiempo e inscribirlas en un análisis sincrónico —relación entre el contenido del objeto intelectual y lo que se hace en otros ámbitos de la época— y diacrónico —vincula un texto o un sistema de pensamiento con aquellos que le preceden en el mismo tipo de actividad cultural— (Delacroix et al., 2010, pp. 378-387).

Una figura sobresaliente en la historia intelectual del siglo xx fue Jean-Paul Sartre, personaje intelectual clave en la Francia de la posguerra y hasta finales de los años sesenta. El intelectual comprometido representado por Sartre retomaba elementos del caso Dreyfus, como el hecho de considerar que el compromiso (engagement) es importante para ser libre (Cabestán, 2009, p. 70). El compromiso marxista-comunista fue defendido durante mucho tiempo por Sartre, y a medida que este pensador se convertía en “compañero de ruta” y se radicalizaba, por su parte Camus sólo “se comprometía” con su arte, por lo que después de la publicación de El hombre rebelde, donde contrapuso compromiso y artista, ocurrió una ruptura entre ambos autores a causa de sus ideas político-intelectuales (Guérin, 2009).

El compromiso comunista fue muy importante para los pensadores franceses después de la Segunda Guerra Mundial y fue sobrevaluado por el encanto que ofrecía. En Francia entre 1945 y 1968, el compromiso del universitario politizado se vinculó con la izquierda, y la relación entre sus investigaciones y su compromiso político se reforzó. A partir de mayo de 1968, el compromiso universitario se transformó pero conservó su papel de vanguardia en causas como la de Vietnam, la lucha de los trabajadores de la fábrica de lip o el movimiento de los campesinos de Larzac,1 pero la audiencia comenzó a desvanecerse. Así, en los años setenta, las formas del compromiso empezaron a cambiar, por lo que el declive de la figura del intelectual quedó asociado con el resurgimiento de la universidad (Leymarie, 2003).

En los años setenta se generó un gran cambio en la historia intelectual con la crítica del intelectual comprometido, la reincorporación de la universidad en las discusiones intelectuales y la aparición de los medios de comunicación. A partir de esa década comienza una resignificación del concepto de intelectual, como puede observarse con el concepto de intelectual específico, vinculado a las investigaciones universitarias (Foucault) y a la crítica del intelectual mediático (Deleuze).

Foucault y el cambio de guardia

Paul-Michel Foucault (1926-1984) nació y murió en Francia. Sus tres obras básicas son Historia de la locura en la época clásica (1961), El nacimiento de la clínica (1963) y Las palabras y las cosas (1966), con el nuevo sello de los campos culturales que se desarrollaron a partir de la antropología, la nueva novela (nouveau roman), la lingüística y el pensamiento de Lévi-Strauss (Colombel, 1994, p. 14).

Yves Charles Zarka señala algunas diferencias entre el pensamiento de Foucault y el de Deleuze, debido a que en el primero domina la trilogía sujeto/poder/verdad, mientras en el segundo, por el contrario, no hay un interés en la política, a pesar de no ignorar lo que sucede a su alrededor, porque para él la filosofía debe pensarse como creación de conceptos relacionados con la ciencia y el arte (Zarka, 2010, p. 171).

Colombel establece que, después de Sartre, el gran pensador y heredero de la tradición filosófica francesa fue Foucault. En 1968 éste se encontraba en Túnez apoyando a los estudiantes contra la represión, pero a su regreso a Francia en los años setenta el contexto había cambiado y lo había favorecido debido a la multiplicidad de luchas. Además, el mismo Foucault opinó que se alejó del marxismo y se situó en la desmitificación del humanismo gracias a Sartre (Colombel, 1994, pp. 14-19). Por su parte, Bernard-Henri Lévy explica que, a pesar de algunas de las críticas de Foucault a Sartre, éstos tuvieron algunos encuentros e incluso después de mayo de 1968 militaron juntos, pero el hecho de que fueron cercanos se mantuvo un poco en secreto (Lévy, 2000, p. 293).

Los años setenta trajeron consigo un cambio en las discusiones intelectuales. Winock señala que la secuencia de los intelectuales en Francia fue: Sartre, Aron, Foucault y Bourdieu. No obstante, Foucault no tuvo tiempo de sobrevivir a Sartre, ya que murió de vih a los 57 años, el 25 de junio de 1984 (Winock, 1999, pp. 759-761).

Foucault, el poder y su distanciamiento de la figura intelectual

En La isla desierta y otros textos de Deleuze apareció la entrevista que éste le hizo en 1972 a Foucault, titulada “Los intelectuales y el poder”. En ella, Foucault expresó que se lucha contra el poder: aquellos sobre los que se ejerce el poder y no pueden tolerarlo, pueden comprometerse en la lucha (Deleuze, 2002, p. 298).

Foucault habla ahí sobre la politización del intelectual a partir de dos elementos: a) su posición de intelectual en una sociedad burguesa en el sistema de producción capitalista, y b) su propio discurso, que tiene relaciones con la política. Foucault afirmaba que Marx y Freud eran insuficientes para entender el concepto de poder y que aún no se sabía exactamente qué era el poder (Deleuze, 2002, pp. 289-295). Sin embargo, lo que sí sabía Foucault es que los intelectuales son parte del sistema de poder:

Ellos mismos, los intelectuales, son parte de este sistema de poder, la idea de que son los agentes de la “conciencia” y del discurso es parte de este sistema. El papel del intelectual ya no es colocarse “un poco adelante o un poco al lado” para decir la verdad que nadie quiere decir; es más bien luchar contra las formas de poder donde es a la vez objeto e instrumento: en el orden del “saber”, de la “verdad”, de la “conciencia”, del “discurso” (Deleuze, 2002, p. 290).2

Catherine Halpern muestra la relevancia del concepto de poder dentro del vocabulario de Foucault, y que éste se debe pensar en términos de “micropoderes”, los cuales se observan en la escuela, la familia, la cárcel o el ejército (Halpern, 2013, p. 74). Para Foucault, el poder es relacional: se trata de una relación con el otro y consigo mismo; todo poder exige una libertad y una resistencia (Leclercq, 2004, p. 139); el “poder” son las “relaciones”:

En 1977, Foucault afirmó: “el poder no existe… El poder son en realidad las relaciones, un conjunto de relaciones más o menos organizadas, más o menos piramidales, más o menos coordinadas”. Sin embargo, la analítica del poder de Foucault es de hecho el objeto de un “saber” contemporáneo, depositado en “vocabularios” útiles, inscrito en las noticias por sujetos colectivos que reinvierten la noción de “biopoder” o flexionado en obras individuales que a veces desvían deliberadamente lo que está en juego (Leclercq, 2004, p. 138).

Franck Evrard explica que Foucault no creía que el poder sea propiedad de la clase que lo conquistó, pero tampoco es una relación unívoca entre dominante y dominado, como en el marxismo. Foucault define el poder como una estrategia compleja de la sociedad, con dispositivos, técnicas y funcionamientos. El poder se debe entender en términos de relaciones de fuerzas múltiples que estructuran las actividades de las personas en sociedad y que son sometidas a incesantes modificaciones. El poder está íntimamente relacionado con el saber porque, en la sociedad moderna, el uso del poder se convierte en el lugar de formación del saber. Así, el saber permite asegurar el uso del poder y la voluntad de saber se da como un proceso de dominación sobre las personas y los objetos (Evrard, 1995, pp. 76-80).

Foucault, el intelectual específico y sus vínculos con el compromiso

Respecto al concepto de intelectual de Foucault, François Dosse se pregunta si la desaparición de la figura del intelectual universal comprometido está representada en la renuncia de Foucault a su vocación universal para dar paso a la noción del intelectual específico, ligado a las investigaciones universitarias sobre un tema particular (Delacroix et al., 2010, p. 379).

Hourmant y Leclerc señalan que la desaparición de las grandes figuras intelectuales, como Sartre, Foucault, Derrida, Deleuze, Baudrillard o Bourdieu, es uno de los factores del eclipse de las figuras intelectuales francesas en la escena inglesa. Al respecto, muestran la evolución del concepto de intelectual, donde aparece el intelectual específico de Foucault (Hourmant y Leclerc, 2012, pp. 7-9).

Por otra parte, David Macey explica que, a principios de los años setenta, Foucault tuvo una de sus etapas comprometidas, porque de 1971 a 1973 la Agrupación por el Interés Público (gip, por sus siglas en francés) estuvo en el centro de sus preocupaciones políticas. También participó en las manifestaciones contra la guerra en Vietnam, contra el racismo en Francia, y contra las amenazas sobre los inmigrantes. Foucault se implicó también en una de las manifestaciones clásicas de la vida política francesa, como es la firma de peticiones o cartas abiertas, lo que remite al caso Dreyfus (Macey, 1994, pp. 302-303).

Algunas de las peticiones que firmó fueron contra la guerra de Vietnam (Le Monde, julio de 1972), una declaración colectiva de investigadores y científicos franceses que denunciaban el uso agresivo de las fuerzas estadounidenses con la tecnología moderna (Le Monde, diciembre de 1972) y un llamado en nombre del pueblo palestino (Le Monde, enero de 1973). Macey señala que la firma de estas cartas muestra una inconsistencia en el papel del intelectual planteado por el propio Foucault, quien rechazaba la idea del intelectual universal del cual Zola era el prototipo, con su “¡Yo acuso…!” de 1898, y algunas de sus críticas a Sartre se debían a esta función clásica del intelectual. Además, en 1973 Foucault apoyó a un periódico que trataba sobre África del Norte y las luchas en el Sahara occidental, aceptando que su nombre apareciera en el cargo de redactor en jefe (Macey, 1994, pp. 303-304).

Macey señala que el compromiso de Foucault fue esporádico, porque su principal preocupación era el gip. También participó en las discusiones sobre el manifiesto de Libération, donde publicó algunos artículos. Este manifiesto apareció en 1973, y fue redactado por Pierre Victor, revisado por Sartre y discutido con Foucault. Libération buscaba que el pueblo fuera su principal fuente de información, es decir, información del pueblo para el pueblo, por lo que intentaba ser un periódico democrático que luchara contra el poder de los barones de la prensa. Foucault tenía un proyecto sobre la historia de las luchas de la clase obrera que retomó en sus artículos publicados en Libération el primer año. Durante la década de 1970 publicó sólo algunos artículos en ese periódico y en la década de 1980 sus colaboraciones fueron más regulares. Finalmente, Macey muestra la participación de Foucault dentro del movimiento gay, debido a que en 1973 publicó en Recherches un artículo titulado “Tres mil millones de pervertidos. Gran Enciclopedia de la Homosexualidad” (Macey, 1994, pp. 318-329).

Deleuze, la universidad y los saberes específicos

Gilles Deleuze (1925-1995) nació y murió en París, Francia. Catherine Halpern señala la importancia de Foucault, Derrida, Deleuze y Baudrillard en los años ochenta en Estados Unidos, como operadores de radicalidad y exploradores de la condición minoritaria y de la identidad múltiple. Además, los estudios poscoloniales retoman esta noción a través de los conceptos de Deleuze (Halpern, 2013, pp. 11-15).

Deleuze fue un filósofo francés que escribió obras sobre la historia de la filosofía, la política, la literatura y el cine. De 1942 a 1946 estudió filosofía en la Universidad La Sorbona de París. En 1948 fue admitido como profesor en la Escuela Normal Superior de París (ens). De 1952 a 1955 fue profesor de secundaria en el Liceo Pothier de Orléans. En 1957 obtuvo un puesto en la Facultad de Letras de la Universidad de París. En 1960 comenzó su etapa como investigador de la Universidad de Lyon, donde hizo amistad con Foucault. En 1969 recibió el título de doctor por aquella universidad, con una tesis titulada Diferencia y repetición y en 1988 se jubiló como profesor de filosofía por esta misma institución. De esta forma, puede observarse una característica que es parte del cambio en las discusiones intelectuales de esa época en Francia, es decir, el resurgimiento de la universidad: Deleuze es un Doctor en Filosofía que imparte clases en la Universidad de París.

La obra Foucault de Deleuze aborda textos filosóficos y explica que Foucault, con su concepto de relación de poder, está más cercano a Nietzsche que a Marx, y sostiene que la noción de poder para Foucault es una relación de fuerzas, o más bien, toda relación de fuerzas es una relación de poder (Deleuze, 1986, pp. 77-78). En esa obra, Deleuze presenta algunos cambios que han sucedido con la figura del intelectual en los años setenta, sobre todo por el resurgimiento de la universidad y los saberes específicos de los investigadores universitarios:

Si ha cambiado la figura del intelectual (y también la función de la escritura), es porque ha cambiado también su posición, y ahora va más bien de un lugar específico a otro, de un punto singular a otro, “científico atómico, genetista, informático, farmacólogo…”, produciendo así efectos de transversalidad y ya no de universalidad, funcionando como intercambiador o cruce privilegiado. En este sentido, el intelectual e incluso el escritor pueden (esto es sólo una potencialidad) participar tanto mejor en las luchas, en las resistencias actuales, que éstas se han vuelto “transversales”. Entonces, el intelectual o el escritor se vuelve capaz de hablar el lenguaje de la vida más que de derecho (Deleuze, 1986, p. 97).

Lévy establece la relevancia de Sartre para Deleuze, sobre todo como intelectual. A pesar de que el compromiso era visto de forma distinta, en 1978 Deleuze afirmó que Sartre fue un modelo, un ejemplo que cambió la situación del intelectual y que les daba la fuerza para soportar el nuevo orden (Lévy, 2000, p. 295).

Deleuze, los medios de comunicación y la destitución intelectual

Yves Charles Zarka señala que para 2010 el intelectual ha perdido su autoridad, pero se encuentra dotado de redes de poder para mantenerse en la visibilidad mediática. Retoma algunos conceptos de Deleuze cuando habla de la destitución de los intelectuales. Por ejemplo, recupera el concepto que Deleuze creó en una entrevista de 1977 sobre los nuevos filósofos, a partir de la importancia de su éxito mediático, que correspondía a una mutación en el mundo intelectual (Zarka, 2010, pp. 7-11).

Deleuze mostró dos actividades que modificaron el mundo intelectual: la aparición del marketing en las obras intelectuales y la instauración de una influencia considerable en los medios de comunicación, por medio de un cambio de relaciones entre el periodismo y los intelectuales. Asimismo, afirmó la existencia de tres fenómenos en el mundo intelectual: la mercantilización de las obras intelectuales; el imperio de los medios de comunicación sobre las obras culturales, que se convirtió en una tiranía, y que las universidades parcialmente dejaron de ser los lugares del saber (Zarka, 2010, pp. 18-25).

Zarka establece que el análisis de Deleuze sobre el marketing es válido treinta años después y muestra que Deleuze atacó la masificación en las universidades y la tendencia a someterse a disciplinas reflexivas, históricas y a normas que son de las ciencias duras, lo que se trata de una homogeneización de la ideología y del sistema de evaluación. Además, afirmaba que los universitarios debían llenar reportes de sus actividades, en vez de consagrarse a la investigación, al descubrimiento y a la producción de saber. Por ello, Deleuze creía que la universidad cambió el espíritu de libertad y la capacidad de transgredir las normas del saber por el servilismo intelectual (Zarka, 2010, pp. 20-29).

Deleuze analizó el papel de la filosofía en un texto de 1977 en el que muestra el marketing en la filosofía y los intelectuales, titulado “Sobre los nuevos filósofos y un problema más general” (Deleuze, 2007). Ahí señala que en el marketing literario operan dos modalidades destructoras del pensamiento, la primera se trata de un cambio de la relación entre el periodista y el intelectual y en la segunda interviene el pensamiento estandarizado:

En lugar de un pensamiento pensante, un pensamiento creativo, tenemos “el pensamiento interview, el pensamiento entrevista, el pensamiento al minuto”, en suma, el pensamiento que no piensa nada, el pensamiento ya hecho, el pensamiento del lugar común. Aquél que un periodista pueda leer sin esfuerzo y sobre el que pueda informar sin dificultad. Este sometimiento del pensamiento a los medios explica por qué cierto número de payasos mediáticos pueden hacerse pasar y, lo que es más grave, que sean tomados por filósofos (Zarka, 2010, pp. 170-171).

Por último, Zarka establece que su obra La destitution des intellectuels aborda el proceso intelectual en Francia en los últimos treinta años para mostrar las causas objetivas de la destitución de los intelectuales. Destitución significa en esta obra que la función del intelectual ha perdido credibilidad y se ha vaciado de contenido, a causa de que las condiciones de la toma de palabra en el espacio público cambiaron completamente. A partir del pensamiento de Deleuze se obtuvo una crítica a la mercantilización de la cultura debido a la visibilidad mediática, así como por una burocratización de la transmisión del saber y de las instituciones de producción. Estos factores conformaron algunas de las causas para la destitución de los intelectuales (Zarka, 2010, pp. 30-31).

Conclusiones

Jean-Paul Sartre representa al intelectual comprometido, crítico y denunciador, por lo que remite a la figura del intelectual que cristalizó en Francia con el caso Dreyfus. Sartre sobresalió en la historia intelectual del siglo xx y sus ideas fueron clave en Francia desde la posguerra hasta finales de los años sesenta. Sartre argumentaba que el escritor debía aceptar su época y no perderse nada de ella, por lo que debía tomar conciencia, pero en los años sesenta su compromiso intelectual con el comunismo se radicalizó y fue la etapa de la ruptura.

Esta influencia del compromiso de izquierda se pudo observar en Foucault porque también participó en manifestaciones y firmó cartas contra la guerra de Vietnam o de apoyo al pueblo palestino. El compromiso comunista fue muy importante para los pensadores franceses después de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1968, y el compromiso del universitario politizado en esa etapa estuvo vinculado con la izquierda.

Tanto Foucault como Deleuze se contrapusieron a la figura intelectual de Sartre y escribieron críticas sobre el intelectual comprometido con el comunismo-marxismo. Como se observó en este artículo, a finales de los años sesenta se generó un gran cambio en la historia intelectual con la crítica del intelectual comprometido, la reincorporación de la universidad en estas discusiones y la aparición de los medios de comunicación. En los años setenta, las formas del compromiso cambiaron, por lo que el declive de la figura del intelectual se asoció con el resurgimiento de la universidad, lo que llevó a algunos investigadores a señalar la destitución de los intelectuales. De esta forma, en los años setenta comenzó una resignificación del concepto de intelectual con el del intelectual específico (Foucault) y la crítica del intelectual mediático (Deleuze), dejando atrás la etapa donde la figura intelectual estuvo vinculada al compromiso marxista.



Notas

1 El primero se refiere a la toma de la fábrica de relojes lip, en la ciudad de Besançon, en respuesta a la intención de declarar la quiebra de la empresa y despidir a cientos de trabajadores. El conflicto ocurrió entre 1973 y 1976, y concluyó con la formación de varias cooperativas (Piaget, 2018). El segundo se refiere al movimiento de resistencia civil pacífica de los campesinos de la meseta de Larzac, al sur de Francia, contra la expropiación de sus tierras por parte del gobierno para la construcción de un campo militar; el conflicto duró una década y concluyó con el fallo a favor de los campesinos (Pezzi, 2017).

2 Las traducciones de todas las citas textuales son del autor.



Referencias

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