En el area cultural de Mesoamérica, el signo de una huella del pie o varias huellas de pies en un contexto narrativo se puede definir como un ideograma; en otros casos, como signo aislado pero con un concepto semejante, se puede denominar semagrama.
En algunos textos de ideografía, escritos, obras de arte de Mesoamérica, así como en documentos híbridos de la época colonial, entre otros ideogramas/semagramas, se encuentran huellas de pies en forma aislada o en fila. Existen muchas variantes de la integración de este signo en distintos contextos que sobrepasan en riqueza de matices la interpretación simple de “caminar”, “camino” y “dirección”.
Es interesante lo que Escalante Gonzalbo dice sobre el símbolo del pie cuando menciona que “lo más frecuente es que el símbolo del pie se haga presente bajo la forma de la ausencia del pie. Es una paradoja atractiva: el pie es importante en el repertorio simbólico mesoamericano; nos percatamos de ello al observar imágenes en las que ya no está el pie. Me refiero, por supuesto, al pie devorado de algunos dioses, del cual surge una serpiente o vírgulas indefinidas, y me refiero también a las huellas de pies que vemos en inscripciones y en manuscritos: con mucha frecuencia en registros calendáricos, indicando el arribo o el desplazamiento de los dioses, y también en escenas históricas, cuando se informa, por ejemplo, de la ruta seguida por una embajada”.1
A comienzos de los años cuarenta del siglo XX, los antropólogos hicieron esfuerzos por definir el área cultural de Mesoamérica. Trataron de resaltar aspectos como los rasgos comunes de las culturas agrícolas del México prehispánico y de la zona maya. Se ha conservado este término hasta hoy, tratando de llenarlo reiteradamente con un contenido nuevo, así como de registrar sus límites, que han cambiado según las diferentes épocas. Sin embargo, no basta hablar del México antiguo y la zona maya, pues con estos términos no se puede poner en claro lo que une y distingue el área cultural de Mesoamérica.
Existieron distintas formas y diferenciaciones en cada una de las regiones de esta área, definidas a partir de rasgos étnico-culturales y políticos. Quizá se tendría que decir que los arqueólogos no pudieron verificar claramente algunos rasgos a partir de sus respectivos restos en cada conjunto cultural. Esto le concierne sobre todo a la utilización del metal, a la escritura —del tipo que fuere— o al juego de pelota ritual, los cuales son características esenciales de la mayoría de las culturas prehistóricas de esta región del mundo.
Sin embargo, si se reúne a estas culturas como una sola área cultural, Mesoamérica aparece como una de las grandes regiones del mundo en las que se desarrollaron sociedades con Estado independientemente de otras regiones. Contactos ulteriores, sobre todo con el centro andino, de donde vinieron impulsos de una sociedad jerarquizada singular, no alteraron el desarrollo de las culturas de Mesoamérica. Si bien apenas se comienzan a investigar estas interrelaciones, se pueden hacer aportes mediante la observación de aquellos rasgos que sobrepasan los límites de cada cultura en particular.
Por lo anterior, resulta interesante estudiar ciertos símbolos de la iconografía en el sentido de su manifestación o como habría sido comúnmente entendida en Mesoamérica. Para nosotros es importante conocer aquellos signos con semántica igual o semejante que aparecen en una amplia variedad de testimonios culturales y piezas de arte mesoamericanas y saber si podían entenderse más allá de los límites de un idioma en particular, esto es, como ideogramas y semagramas. Asimismo, también es importante considerar que tales signos no tuvieron del todo el mismo valor en sus sonidos, pues variaban en uno o más fonemas debido a su uso en diferentes regiones. Actualmente se conocen varios de estos signos en los cuales es necesario constatar si el campo semántico de las palabras tuvo diferencias considerables en cada cultura.
En este trabajo se utiliza como ejemplo la proposición “la(s) huella(s) del pie/de los pies”. En un primer momento su sentido parece ser simple, pues este símbolo es fácilmente reconocible, ya sea en singular o en plural, en las diferentes representaciones gráficas. No obstante, nuestras posibilidades de interpretación se restringen a los ideogramas/semagramas debido al desconocimiento de las formas multifacéticas de su expresión verbal, además de que solamente encontramos una cantidad mínima de material en los testimonios escritos y en las representaciones gráficas y de arte de las culturas arqueológicas de Mesoamérica.
Por otro lado, es oportuno pensar la relación de los dibujos con el valor de sonido, esto en los ejemplos que se han conservado desde el momento de los primeros contactos con Europa. De cierta manera, dichos ejemplos permiten hacer deducciones. No se trata de interpretar representaciones de huellas de pies que pocas veces se encuentran en piedra como parte de conjuntos de pictografías y petrograbados. Por el contrario, las más de las veces se localizan al lado de huellas de manos pintadas como positivas o negativas. Tampoco es posible interpretarlas de la misma manera que aquellas que se encuentran en obras de arte junto con signos de escritura ideográfica o, más comúnmente, en documentos jeroglíficos.
Lamentablemente no es posible datar las representaciones del arte rupestre y casi nunca se les puede vincular con alguna de las culturas mesoamericanas. Existen huellas de pies en las mismas piedras o en paredes de cuevas en contextos imaginarios, con representaciones que, según su estilo, pueden adscribirse a una cultura mesoamericana determinada. Es posible que ambas clases de representaciones correspondan a una misma época o periodo.
Por otro lado, también es interesante considerar lo que los indígenas del México de hoy dicen sobre las huellas de pies en el arte rupestre. A pesar de que se trataría de reinterpretaciones, esto coincidiría con las antiguas creencias. Al considerar la influencia del catolicismo y el desarrollo del sincretismo entre los indígenas actuales se encuentra, por ejemplo, una interpretación en un contexto mágico-religioso de una huella natural que parece la huella de un pie, a “la que los indígenas mayos actuales llaman ‘huella o piecito de Dios’ [...] pues dicen que por ahí pasó Dios caminando, y le rinden culto y le ofrendan veladoras periódicamente”.2
Los textos glíficos, así como los documentos de escritura mediante dibujos, contienen ejemplos multifacéticos del ideograma/semagrama de la huella del pie en forma aislada o en fila. Aquí se utilizan algunos ejemplos para mostrar la multiplicidad de formas, puesto que no es posible tomar en cuenta todas las variantes, aunque tampoco es necesario hacerlo para comprobar las variables estilísticas e interpretar el contenido.
Signos como las huellas de pies no se encuentran aislados. Por ello se les comprende solamente en el contexto de los símbolos o glifos y dibujos adicionales como reflejos de circunstancias y procedimientos. La mayoría de estas imágenes parece tener una semejanza casi fotográfica con el modelo del pie natural; sin embargo, en la lámina XXXIX del Códice Laúd se pueden ver también huellas de pies que —dibujadas limpiamente, y por esto seguramente la forma es intencional— tienen solamente tres dedos.3 Se tiene la impresión de una huella del pie completa. A primera vista, el espectador no registra la realidad especial de este dibujo. Este caso es una excepción, pues normalmente las huellas representan pies de cinco dedos, aunque también algunos dibujos muestran solo cuatro dedos. De todos modos, se puede decir que el espectador constata una reducción que verdaderamente sirve para una mejor percepción de la huella de acuerdo con su tamaño, de forma semejante a los modernos dibujos de caricaturas, así como las representaciones de títeres antropomorfos con tres o cuatro dedos. Al parecer, también se da esta intención en los documentos del México antiguo.
En ocasiones, las representaciones de huellas con cuatro o cinco dedos transmiten la impresión de un número excedente. En la representación del “camino nocturno de los ladrones” del Códice Florentino (figura 76), el dibujante/escribano mesoamericano, al elaborar filas de pies colocó en ocasiones huellas con cuatro dedos entre las de cinco.4 Esto, considero, tuvo un carácter accidental. No obstante, también existen representaciones en las que se alternan huellas con tres y cuatro dedos.5
En las copias de códices coloniales se aprecia en ocasiones cierta negligencia del dibujante, quizá debido a la necesidad de ejecutar y finalizar la copia rápidamente. A veces los puntos que representan los dedos se encuentran dibujados irregularmente. Esto se puede apreciar en el Códice Vaticano A o Códice Ríos, en las láminas XCVIII, figura 9, y XCIV, donde se aprecian huellas de pies con seis dedos,6 y así se observa también en la segunda parte de la Historia tolteca-chichimeca.7 En el caso del segundo documento parece, no obstante, que esto no fue intencional, pues las marcas de los dedos parecen trazadas rápidamente mediante pequeñas rayas paralelas.
En Mesoamérica, la anomalía de tener seis dedos se interpretó como un presagio de destino del individuo. Por ello esto se pintaba conscientemente y solo en casos especiales. Es así como en la actualidad hemos tenido conocimiento de esta característica. En Palenque, Chan (Kan) Balam, hijo y sucesor del famoso gobernante Janaab’ Pakal, se encuentra representado con seis dedos en las manos y pies, lo que en su momento se entendió como signo de lo supernatural y extraordinario.8 Por el contrario, al menos en los códices prehispánicos no se han encontrado estas irregularidades en la representación de huellas continuas de pies con seis dedos, quizá debido a que al dibujante/escribano le pareciera poco estético e hiciera una corrección inmediata por considerarlo un augurio.
En el periodo Posclásico —comúnmente relacionado con la cultura azteca— encontramos muchos ejemplos que contornean la esfera semántica de las huellas de pies. Este símbolo existe en los pocos códices prehispánicos guardados, completos o en fragmentos, así como en muchas de sus copias del periodo inmediato posterior a la conquista española. En su mayoría son largas filas de pies que representan las alternancias en las pisadas de una persona que camina descalza sobre la tierra. Como en el México antiguo la mayoría de la gente andaba descalza, es comprensible que los dibujos de las huellas se hicieran a partir de lo que se observaba en la vida cotidiana. En el caso de los documentos coloniales se encuentran filas extensas en las cuales las huellas de pies no aparecen necesariamente alternadas. En estos casos, el camino marcado por las huellas provoca la impresión de tratarse de una cinta ornamental. No obstante, no se puede perder de vista el significado último, aunque se observe claramente la distancia con el modelo real.
Al dibujar las huellas de pies se marcaba también un espacio simbólico o un espacio concreto de acciones. En la mayoría de los casos se representó la movilidad o comunicación, pues en el sentido más amplio se trató de expresar las ideas de “caminar”, “camino”, “dirección”, esta última en el espacio y en el tiempo. Esto se puede comprender muy bien en la Tira de la peregrinación o Códice Boturini, en la descripción gráfica de la primera parte del mito de la peregrinación azteca.9
Las huellas de pies conducen de un acontecimiento a otro, y reflejan así un movimiento en el espacio y el tiempo, relacionando además las huellas con los signos de los nombres de los años. Pero no solamente demuestran esto, sino también diferentes relaciones sociales entre los personajes ilustrados, los cuales podían ser representantes o guías de grupos enteros. En la Tira de la peregrinación, así como en otros códices, se simboliza el movimiento de mucha gente con la representación de una sola persona, caracterizada mediante un glifo de nombre en el sentido de un etnónimo, y esto con huellas dibujadas debajo de las personas representadas.
Existen otros modos de representación de movimiento espacial cuyo punto de partida está indicado por el comienzo de una serie de huellas de pies que aparecen en relación con otros dibujos e ideogramas. A estos pertenecen también filas de huellas que hacen comprensibles diferentes procesos mitológicos e históricos. Así, por ejemplo, cuando los informantes indígenas relataron sus mitos, los misioneros los describieron como caminos desde el pasado mítico hasta la situación contemporánea, o como la salida de los antepasados de los pueblos nahuas de su lugar de origen. Esto se refleja, por ejemplo, en la salida de la cueva Chicomoztoc, entendida como el útero de la tierra. En la Historia tolteca-chichimeca al parecer un héroe o un dios, quizás Quetzalcóatl, animó a salir de la cueva a los que vivían en ella.10 Pero esto también es posible interpretarlo como si después de la creación, los antepasados hubieran sido guiados por los dioses a esta cueva, o hubieran venido de un mundo o Sol anterior, para salir más tarde de la cueva y formar el nuevo género humano.
Por último, en la época prehispánica se utilizaron códices de contenido histórico y mitológico para transmitir conocimientos a los jóvenes sacerdotes y nobles. Esto se ve reflejado en los códices mixtecos, en los que se describen con detalle las dinastías de los señores y otras informaciones genealógicas. Comúnmente, estas representaciones no se podían transmitir signo por signo, por lo cual solo se podría estudiar el sentido mediante una lectura fonética. Por lo general, los dibujos necesitaban una interpretación narrativa, de modo que al referirse a las huellas de pies según su sentido se utilizaban expresiones, en nahua/español, como “y se pusieron en camino, andaron, caminaron hacia, llegaron a, hubieron salido de allí, siguieron un camino y llegaron a, donde”, según Molina.11
En algunos documentos de la época colonial, las huellas de pies significaban solamente “el camino”, pues con ellas se representaba de manera específica el movimiento. Normalmente, las huellas de pies representaban senderos, no obstante en ellas se pueden encontrar considerables diferencias estilísticas. Quizá esto se debiera a la diversidad de prácticas en las “escuelas de escribanos” o, de otro modo, a las características de ciertas regiones.
Así, en los mapas de catastro, los caminos delimitan tierras y atraviesan canales y caminos de agua que pueden identificarse por los símbolos de olas y remolinos. Por los dibujos se puede deducir que existieron muestras prehispánicas de este tipo de mapas, a partir de las cuales se continuó una tradición gráfica. Los “caminos”, claramente identificables por huellas de pies, eran líneas de comunicación entre lugares/poblados o, en ocasiones, indicadores de fronteras, sin que esto implicara “movimiento”. Algunos se caracterizaron particularmente con huellas de pies alternadas con huellas de herraduras, por lo que se puede deducir que fueron caminos “reales”, que también podían utilizarse como "caminos de herradura". En su momento, esta fue información importante para los españoles.
Los códices fabricados en la época precolonial muestran la abstracción del “movimiento” mediante huellas de pies. Por otro lado, algunos fragmentos de caminos delimitados hacen alusión a su pertenencia al mundo de los dioses. Pero esta es una dimensión mucho más amplia que no se conecta con caminos concretos, ni con el sentido de “movimiento” (de danza), como se puede ver en el Códice Vindobonensis mixteco de la época prehispánica (láms. XXXIV y XXXIX).12 Debe entenderse, en todo caso, como un espacio más amplio pero, al mismo tiempo, recorrible. Estos dibujos muestran discos repartidos en cuatro sectores en los que se encuentran huellas de pies en círculo alrededor de otros signos, los cuales se han interpretado como espacios que podían recorrerse. Algunos aspectos favorecen esta interpretación, como el colorido distinto en las direcciones del mundo, no obstante quizá no se trate de un símbolo de interpretación tan amplia.
En la mayoría de los casos, las huellas de pies reflejan acciones. Algunos ejemplos se registran en los códices del grupo Borgia, donde la sucesión de acontecimientos y las marcas de cambio de lugar dentro de los rituales se encuentran señaladas de esta manera.13 En el Códice Borgia (fol. 13), por ejemplo, se representa el camino de dos sacerdotes investidos como Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, por lo que se asume que son sus representantes. Los mismos sacerdotes aparecen unas veces uno tras otro, siguiendo su camino, para ilustrar su andar en el espacio y en el tiempo.
Los dibujos de códices aztecas muestran que las convenciones prehispánicas, como símbolos de guerra y movimiento, se encontraban presentes todavía en la época colonial para expresar diferentes contenidos. Por ejemplo, en la Tira de Peregrinación o en el Códice Aubin (fols. 14 v y 19 r)14 se muestran una rodela y una macana provista con fragmentos de obsidiana, ambas como símbolos de guerra, rodeadas por huellas de pies orientadas en el sentido de las manecillas del reloj. Seguramente este es el símbolo con el que se aludía a la danza de guerra durante los rituales preparativos.
Con la información ideográfica de huellas de pies que se ha dado aquí se puede mostrar la necesidad de registrar con atención los signos del área cultural de Mesoamérica. Asimismo, se debe analizar su contexto antes de formular generalizaciones, pues se demuestra que la huella del pie no solamente es un ideograma dentro de una convención de escritura, sino que constituye también un semagrama desde su formación y por la influencia mutua entre las diferentes culturas dentro de esta área cultural, que se ha difundido en una vasta región y que ha sobrevivido a distintas culturas. La respectiva importancia especial se manifiesta en el contexto dibujado y escrito y amplifica al mismo tiempo la información inherente a cada uno.
Se puede suponer que el signo también fuera comprensible, en distintas sociedades, para aquellos que no participaron del privilegio de una educación de élite, pues fue extraído de su vida cotidiana, si bien por medio de este signo podían expresarse muchas circunstancias especiales en contextos específicos, a las que solamente los escribas mesoamericanos tuvieron acceso. Se necesita un análisis diferenciado de la multitud de ejemplos de este signo tan simple y a primera vista comprensible, si se quiere aclarar las ideas expresadas con él a favor de una comprensión más profunda de las culturas prehispánicas y su particular visión del mundo.
1 Pablo Escalante, “Manos y pies en Mesoamérica. Segmentos y contextos”, Arqueología Mexicana, vol. 12, núm. 71, 2005, p. 27.
2 Francisco Mendiola, “Representación de manos y pies en el arte rupestre del Norte de México”, Arqueología Mexicana, vol. 12, núm. 71, 2005, p. 57.
3 Una versión facsimilar digitalizada de este documento se encuentra en la página de la Fundación para el Avance de los Estudios Mesoamericanos, Inc. (FAMSI), http://goo.gl/R7bup0, consultado en marzo de 2015.
4 Una versión electrónica del manuscrito de fray Bernardino de Sahagún se encuentra en la Biblioteca Digital Mundial (WDL), http://goo.gl/Tv6O7f y una más se localiza en la Biblioteca Medicea Laurenziana, http://goo.gl/6LsGBH, consultado en marzo de 2015.
5 Véase la “recepción de visitantes”, figura 9, en el Códice Xólotl, ed. Charles E. Dibble, 2 v., UNAM, México DF, 1980.
6 La versión electrónica del facsimilar preparado por Universitätsbibliothek Rostock, Bibliothek der Berlin-Brandenburgischen Akademie der Wissenschaften (BBAW) y Staats- und Universitätsbibliothek Hamburg se encuentra en la página de la Fundación para el Avance de los Estudios Mesoamericanos, Inc. (FAMSI), http://goo.gl/oY0HNU, consultado en marzo de 2015.
7 Véase Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y Luis Reyes García, Historia tolteca-chichimeca, INAH, México DF, 1976 [reedición: CIESAS/Gobierno del Estado de Puebla/FCE, México DF/Puebla, 1989].
8 Vera Tiesler y Andrea Cucina, “Las enfermedades de la aristocracia maya en el Clásico”, Arqueología Mexicana, vol. 13, núm. 74, 2005, p. 47.
9 Véase Códice Boturini o Tira de la peregrinación, en José Corona Núñez (ed.), Antigüedades de México basadas en la recopilación de Lord Kingsborough, SHCP, México DF, 1964, v. 2, pp. 7-29.
10 Paul Kirchhoff et al., Historia…, op. cit.
11 Alonso de Molina, Vocabulario en lengua castellana y mexicana [impresa en México por Antonio de Spinosa en 1571], ed. facs. Alonso de Molina, Vocabulario en lengua castellana y mexicana, Ediciones Cultura Hispánica (Colección de Incunables Americanos, siglo XVI, vol. IV, núm. 195), Madrid, 1944.
12 Ferdinand Andrews, Maarten Jansen, Luis Reyes García y Gabina Aurora Pérez (eds.), Origen e historia de los reyes mixtecos. Libro explicativo del llamado Códice Vindobonensis, Sociedad Estatal Quinto Centenario (Códices Mexicanos, I), Madrid, 1992.
13 erdinand Andrews, Maarten Jansen y Luis Reyes García (eds.), Códice Borgia, FCE, México DF, 1993.
14 Códice Aubin, Manuscrito Azteca de la Biblioteca Real de Berlín, Anales en mexicano y geroglíficos desde la salida de las tribus de Aztlán hasta la muerte de Cuauhtémoc, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, México, 1902, en Colección Digital UANL, http://goo.gl/XCl1ap, consultado en marzo de 2015.