♦ Augusto Rodríguez

La geografía de la música

No te quedes en la nieve de las cosas oscuras. El pez se esconde en tus ojos. No permitas el paso del diablo ni de los fantasmas que rondan tu cama. Diles que hagan silencio porque es tiempo de las palabras vivas, de la geografía de la música, de la gramática de los deseos. Es tiempo de la filosofía y de las cosas fosforescentes, del idioma de las frutas y de las jaulas libres. Es tiempo de los insectos azules de nuestras infancias. Es el tiempo del abecedario. Es tiempo que tu cuerpo incendie mi país.


La enfermedad

El fulgor de los desposeídos jamás se apagará, que les quede claro de una vez. La enfermedad será un pájaro equívoco que se duerme en su muerte. Despierta y vuelve a dormir en la nube más cercana a mi pupila. Agua en la boca de un moribundo. La enfermedad será la nieve en un cuerpo sagrado y que el fuego nunca nos divida.


El nombre de las cosas

Busca ese nombre y se le esconde
en el orden del diccionario.

Ida Vitale

Busca ese nombre que se esconde en el oscuro diccionario y de los días indefensos. Busca ese nombre que te diga la verdad y te quite el frío de las venas. De esas venas azules que cruzan como avenidas desiertas todo tu cuerpo. Busca ese nombre que está oculto en tu país y que te llene de luz.


La violencia

Un hombre es un hombre así le roben las vísceras, el corazón o le amputen un pie. Un hombre es un hombre así le rasuren el cabello, pierda un ojo o no vuelva a escuchar. Un hombre es un hombre así la violencia lo calle, le roben los dientes o le amputen un riñón. El hombre es un hombre así esté oscuro.


Los féretros

Los féretros van por sendas y por calles
de día y noche, mientras la nube oscurece la tierra.

Walt Whitman

Los féretros van por sendas y por calles de día y noche mientras la nube oscurece la tierra y la ciudad es una mancha humana en el corazón del puerto. Los hombres vivos cargan a sus hombres muertos. Los hombres muertos cargan a sus hombres vivos. La sangre es un carnaval pasado en las venas de este puerto que se niega a morir, a ser elegía, rama amarilla fantasma esquivo. Los féretros salen de sus velorios y van sin descanso al fin de la civilización: un río de muertos esperan.


Una tumba

El frío será un fantasma que atraviese las cavernas y los huesos de tanto cuerpo desterrado. Arderás por volver a verla. Arderás por volver a tocarla y sentir que su piel es la piel de todas las mujeres del mundo y que ahí y solo ahí estará el amor que te corresponde. Ella es la única. El amor no dicho ni pronunciado, pero sí el amor que merece vivir. Arderás por volver a verla y tal vez no la vuelvas a ver más. Llorarás en su tumba destruida.


Los cuerpos no mueren

A Luis Armenta Malpica

Los cuerpos no mueren. Solo su media parte serpiente. Los cuerpos son mitad bosque y mitad agua que se esconden en los pezones blancos del día. Los párpados niegan cuando un animal sale de su niebla azul. Los cuerpos no mueren. Solo su parte no oficial. Su ojo, su geometría, su pétalo de aire. El miedo pasa de nervio en nervio y la garganta se alborota cuando llega la sangre y expulsa su otra piel, sus vísceras dementes. Los cuerpos no mueren. Solo su media carne católica.


Sábanas

Las sombras crecen y mueren como flores o como náufragos ante la isla de sus ojos. Las costillas del amor son el árbol donde se estremecen las serpientes. Después del amor queda un cuerpo vacío y destruido envuelto en sábanas. El delito fue consumado, no inventes otros miedos, ni otras angustias. Es verdad que el amor reseca las manos pero es el aire de los cuerpos.


La nieve

La nieve envuelve el cuerpo resignado de la derrota y es el fulgor de la lluvia en los sedientos. Tenemos ángeles dormidos en el cuerpo pero no lo sabemos. Los ángeles: pequeños fantasmas de nuestras vidas pasadas. Rompen la vigilia del sueño y nos visitan para darnos pan y agua pero nuestras pupilas no diferencian la niebla con el hueso. Toca el sueño y verás a los ángeles reposar en tus sienes.


Serpientes de las vocales

Cruzo tus venas y aúllo en tus lunares de mi suerte. Las cartas cambian de sitio y de manos pero mis ojos van en tus ojos, en su revés en su angustia. ¿Ves lo que yo veo? Tantas vidas pasadas y los muertos que no se cansan de respirar mi dióxido de carbono. Mi país está dividido. Sus hombres son las serpientes de las vocales.


♦ Augusto Rodríguez (Guayaquil, 1979). Periodista, editor y catedrático. Autor de quince libros, entre poesía, cuento, novela, entrevistas y ensayos. Colabora en publicaciones periódicas con artículos, reseñas, entrevistas y comentarios literarios en Ecuador y en otros países. Entre otros galardones, ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vázquez (2005), Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005), Premio Nacional de Cuento Joaquín Gallegos Lara (2011) y Mención de Honor en el Premio Pichincha de Poesía (2012). Finalista del Premio Adonáis (España, 2013) y del Premio de Crónicas Nuevas Plumas (México, 2014). Una parte de su obra poética ha sido traducida a diez idiomas, entre los que destacan inglés, portugués, alemán y francés. Es editor de El Quirófano Ediciones y director del Festival Internacional de Poesía de Guayaquil Ileana Espinel Cedeño.