Luis Zapata, escribir para vivir o la escritura como supervivencia

León Guillermo Gutiérrez *

Luis Zapata (Chilpancingo, 1950) ingresó al panorama de la literatura mexicana con una exitosa novela, tanto por su novedad temática como por su experimentación narrativa. El vampiro de la colonia Roma (1979) vino a romper esquemas en el momento que el boom latinoamericano y el realismo mágico se apoderaban del mercado editorial. Desde un principio marcó distancia con los movimientos literarios. Cercano en generación al grupo de la literatura de la onda, su narrativa ha buscado otros derroteros; su escritura explora, sin perderse, por senderos apenas vislumbrados. Tampoco se ha dejado deslumbrar por la inmediatez de la literatura en boga en los años noventa, como la del llamado crack o el realismo sucio, ni otras tendencias del nuevo milenio.

Zapata no se repite, se reinventa. En cada novela emerge un hallazgo de la imaginación y de la escritura. En 2014 publicó dos novelas: Escena y farsa es la vida y Como sombras y sueños. En este caso, ambas no son otra cosa que las dos caras de la misma moneda: la depresión y la escritura.

En la primera se trata de forma paródica los libros de autoayuda y superación personal, escritos por una exdeprimida que bien conoce del tema, que ha sufrido en carne propia y que por obra de la escritura es “iluminada”. Pero en la misma parodia descubrimos los escasos o nulos resultados de este tipo de literatura para los seres que viven la tremenda angustia de la depresión. En la segunda, el protagonista es un deprimido rotundo, un hombre que durante cuarenta años ha sobrevivido la terrible enfermedad gracias a la escritura. De esta forma, las novelas se complementan, las dos se convierten en una verdadera introspección del espacio psicológico del deprimido, y también la escritura, como el espacio posible de supervivencia. Así, tenemos que la escritura se impone como exploración lingüística, supervivencia y, por qué no, como proceso espiritual.

Escena y farsa es la vida

Podríamos decir que en Escena y farsa es la vida1 el contenido se encuentra cifrado en el título mismo y que es parte del epígrafe: “Escena y farsa es la vida entera. O aprende a actuar sin tomártela en serio, o soporta los dolores”, epigrama escrito por Páladas de Alejandría, quien vivió a finales del siglo iv d. C.

Retomando el título, vemos que la farsa es una obra de teatro breve, de carácter cómico o satírico, o también “enredo, trama para aparentar o engañar”.2 En efecto, Luis Zapata, utilizando como personaje a una conferencista y escritora de libros de autoayuda y superación personal, nos lleva a través de un monólogo delirante al mundo de una literatura también delirante, cuyas ventas y ganancias mundiales son estratosféricas. El motivo obvio es la necesidad de los seres humanos por encontrar la fórmula de la felicidad, la curación, la abundancia, el amor o el éxito.

Pero el texto de Zapata va más allá de una simple parodia, nos provoca una curiosidad del conocimiento del yo por medio de la escritura, la literatura y el arte. El monólogo a cargo de la exactriz egocéntrica y petulante da inicio con la historia de su vida y con el suceso trascendente que fue caer en una verdadera depresión. Aunque sumamente breve, narra lo indescriptible de lo que llama “postración del alma”: “Fue terrible; la peor pesadilla que pueda imaginarse en vida; […] mi percepción del tiempo se trastornó; tuve una crisis del habla: me parecía que las palabras carecían de sentido, y, lo que es peor, que a nadie le interesaba realmente lo que yo podía decir, ni siquiera a mí […] Me sentía al borde de la locura: perdí por completo el sueño. Incluso pensaba con frecuencia en la muerte como un consuelo que pondría punto final a mi sufrimiento. Llegué a desearla con esa vehemencia con que se desea lo irrecuperable”.3 En esta parte, Zapata deja entrever el mundo terrible y desconocido de la depresión y de quienes la padecen. Seres caídos en verdadera desgracia y tragedia.

La narradora, confinada varios años en postración, afirma: “De repente, me iluminé. Empecé a tener percepciones insólitas de la realidad, intuiciones profundas e insospechadas”.4 El personaje encuentra la ayuda en la escritura, y a partir de tomar miles de notas escribe su primer libro: Manual de supervivencia para recuperados. Indudablemente es una idea inédita, que como señala: “está dirigido a los recuperados, esos pobres seres que se encuentran en una posición ambigua, a medio camino entre la salud y la enfermedad, y los que nadie toma en cuenta”.5

Otro capítulo lo dedica a la meditación, donde la respiración es fundamental. Después cuenta la experiencia con un grupo de meditación que formó. A petición de uno de los integrantes, Gilberto, se dieron a la tarea de sumar fuerzas para encontrar el espíritu de su amigo, cuyo cuerpo parecía exánime. Emprendieron el viaje en su búsqueda con el resultado de una experiencia sorprendente: “Vimos los sueños más hermosos y los paisajes más primigenios, junto con las pesadillas más terribles […] experiencia que tuvo mucho que ver con la Totalidad”.6 Finalmente encuentran el espíritu del amigo, el cual “había alcanzado una pureza indescriptible y una enorme belleza que contrastaba con el franco deterioro de su cuerpo material”.7 El amigo se hallaba en “el estadio último de todo proceso espiritual, la aceptación”.8 Se despidieron con un abrazo y el amigo murió días después.

Posteriormente, la narradora, con aires de grandeza, dirigiéndose al interlocutor, se refiere a su libro Método práctico para abolir el tiempo y el espacio, y que según ella es “el más audaz intelectualmente”. Y sí, aquí estriba el carácter satírico, en estos personajes-autores-conferencistas, que aparecen en los medios creyendo y pretendiendo hacer creer que son dueños de verdades absolutas y que con solo escucharlos va a cambiar la vida de los necesitados de una vida más acorde con las exigencias del mundo consumista. De ahí que hay quienes pegan por toda la casa pedazos de papel con el decreto escrito: “yo soy la abundancia”, “yo soy perfecto”, “tengo éxito en todo lo que emprendo”. Lo que no deja de ser interesante, porque estas prácticas excluyen a cualquier divinidad como potestad, y descansa en el yo todo el poder de cambio. En lugar de encender la vela a San Judas Tadeo, en cada decreto se reafirma el cambio de vida como algo absolutamente personal, no exento de una actitud un tanto ingenua, pero no por eso menos válida.

Por último, la autora-narradora habla de un libro aún inédito, también producto de la iluminación, cuyo título tentativo es El arte de volverse invisible. Parte de la reflexión literaria, de que “un libro, mientras más importante es, menos existencia tiene […] el destino de todo libro clásico es llegar a no existir: a estar en la memoria […] conforme un libro va adquiriendo importancia, llega a perder sus palabras para sólo conservar su esencia, como ejemplo el I Ching […] sólo está constituido por líneas, combinación de líneas abiertas o cerradas”.9

La última propuesta de autoayuda se basa en la terapia y catarsis cinematográficas, que quizá de todas es la más delirante. Parte de los arquetipos e identificación con los protagonistas, ya que supone que Tere Velázquez y Mauricio Garcés son el claro ejemplo de la irresponsabilidad, la frivolidad, y que no son capaces de profundizar en sus relaciones ni en sus actividades, y tratándose de Luis Zapata, no podía faltar el objeto de sus querencias: Angélica María, quien encarna a “la muchacha dulce, buena, amable y sonriente”.10

El monólogo cierra de manera abrupta, sin dar pie a que su interlocutor emita una sola palabra. Así, el final es clave; se desprende que la célebre autora no tiene el más mínimo interés por la otredad; entonces se desvirtúa todo supuesto conocimiento e iluminación, dando como resultado una parodia de los libros de superación personal. Así, a través de la lectura hemos sido partícipes de la representación de una farsa en una sola escena.

El novelista, traductor y dramaturgo, en Escena y farsa es la vida no solo reconfigura el género de la novela, sino que hace una propuesta novedosa de los libros de autoayuda, toma distancia de los temas convencionales y lo aprovecha para reencontrarse y reinventarse como escritor que siempre apuesta por la experimentación. Detrás de la supuesta farsa se revela la creación de un discurso narrativo desconcertante, porque nada desconcierta más que lo verdaderamente original.

Como sombras y sueños

Luis Zapata es dueño de una vasta obra literaria. Así que ya podemos identificar algunas líneas que trazan la geografía de su escritura, ininterrumpida durante casi cuatro décadas. Indudablemente, el tema que permea todos los textos es la condición humana, entendida como la tensión entre totalidad y fragmentación, entre cuerpo y alma. En Como sombras y sueños,11 por fin se vuelve protagonista la depresión. Recordemos que la angustia y las inquietudes nerviosas forman parte del rito de pasaje de la adolescencia de Adonis, personaje principal en El vampiro de la colonia Roma.

Además del proceso de la depresión, que es el más difícil y a la vez el más íntimo, convincente y conmovedor, el proceso de la escritura cruza de principio a fin la nueva novela de Zapata, pero en este caso como verdadera supervivencia y única posibilidad de sanación del alma y del cuerpo. Pero Orlando Barreto, el protagonista, nunca está conforme con lo que escribe, siempre duda. Bien dijo William Faulkner: “El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser”.12 Orlando Barreto, postrado en depresión, recurre a la memoria, a los recuerdos importantes y triviales, y a los sueños que, todos juntos, se convierten en palabras escritas en las que, por causa de su repetición, el significado se vuelve evanescente, creando el vacío del sentido de la existencia misma.

Orlando Barreto es y no es el joven de diecinueve años, por allá de 1969, y es y no es el mismo hombre 39 años después: memoria y presente se convulsan en el dolor de un tiempo sin tiempo y en la angustia mórbida de su estado mental, en constante corto circuito. En un fluir de conciencia, la carne y sus padecimientos son el lugar donde ha vivido Orlando Barreto los últimos 39 años de su vida. La novela recrea el viaje circular en el espacio psicológico que es en donde dan vueltas y más vueltas las mismas ideas de manera persistente.

Cercano a los sesenta años de edad, Orlando, a través del cuaderno de apuntes, da cuenta pormenorizada de lo que es vivir bajo la enfermedad de la depresión. El apartado primero que hace las veces de umbral al mundo interior del protagonista dice: “Otra vez, inesperada pero siempre temida, llega la depresión a la vida de Orlando Barreto. Los primeros días, quizás semanas, sólo se manifiesta por medio de un ligero cansancio que no llega a ser alarmante: Orlando Barreto tiene más ganas de dormir, y busca la cama para hacer pequeñas y reparadoras siestas […] Luego, la necesidad de sueño va en aumento, y ya no son suficientes las pequeñas siestas y los cabeceos: duerme una o dos horas en la mañana, una o dos horas en la tarde […] Pero no pasa, y viene entonces el desaliento, las preguntas sobre el sentido de su vida […] Después viene el miedo […] la obsesiva incomodidad de las molestias físicas, y la sensación de torpeza, de estupidez, y Orlando Barreto ya no quiere salir de su casa […] Y viene la zozobra. Y la angustia ya no se va”.13

Narra con minuciosidad la rutina diaria. Tercera y primera persona son la misma voz que surge como un desdoblamiento del cuerpo siempre en reposo. A lo largo del texto son dos acciones las que realiza el protagonista: pensar y escribir. Y es como dice Ernest Hemingway: “Una vez que escribir se ha convertido en el vicio principal y el mayor placer, sólo la muerte puede ponerle fin”.14 La mayor parte del tiempo ocupan su pensamiento las múltiples enfermedades reales e imaginarias. La depresión provoca que contraiga todos los dolores oportunistas. Enumera más de cincuenta enfermedades que ha sufrido o teme padecer. Tiene miedo de todo y de nada, pero tiene mucho miedo. La muerte está tan presente que parece otra suerte de vida más viva que la vida misma: “En ocasiones, ve la muerte como el mejor regalo que podría recibir, el de la verdadera paz. En algún lado leyó que para los moribundos, la muerte se convertía en necesidad, aunque no forzosamente en un deseo […] Para Orlando Barreto, la muerte se vuelve con frecuencia un deseo […] La muerte puede ser, entonces, un deseo, y deja de verla con miedo”.15

El cuerpo de Barreto no va a ningún lado, no entra ni sale, no camina, no se mueve, solo escribe y piensa en la angustia de vivir. Todos los tiempos: pasado, presente y futuro, se fusionan en un solo acto: escribir, escribí, escribo, escribirá. En cuanto al género de la escritura, Orlando Barreto dice: “poco tiene de novela y mucho de autobiografía, que poco tiene de autobiografía y mucho de novela”.16 En efecto, Mario Vargas Llosa escribe: “Las historias son rara vez fieles a aquello que aparentan historiar, por lo menos en un sentido cuantitativo: la palabra, dicha o escrita, es una realidad en sí misma que trastoca aquello que supuestamente transmite, y la memoria es tramposa, selectiva, parcial. Sus vacíos, por lo general deliberados, los rellena la imaginación”.17

Como sombras y sueños viene a ser un recuento y síntesis de estar postrado 39 años en depresión, enfermedades, angustia, y sobre todo, dolor del alma, aunque permanece la duda de qué tan fiel es la historia contada por Barreto y qué tanto hay de imaginación producto de la enfermedad que también se pone en duda. Lo que hace que el discurso mismo de la escritura conlleve una desestabilización lingüística y aquello que aparenta historiar.

Al igual que Gregorio Samsa, de la Metamorfosis de Kafka, quien está aprisionado en un insecto, Orlando Barreto está atrapado en la mente de un deprimido que es y no es él. Gregorio está enclaustrado en su habitación, mientras Barreto, en la cama-ataúd.

En Como sombras y sueños, Luis Zapata se muestra como dueño de una escritura inteligente, madura, en plenitud, y se apodera del lector en la mente de Orlando Barreto, y escribe, escribí, escribo, escribirá: estoy pasando por una depresión, me siento muy mal, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo.



* Profesor e investigador, Facultad de Humanidades, uaem



Notas

1 Luis Zapata, Escena y farsa es la vida, La Ratona Cartonera, Cuernavaca, 2011.

2 Diccionario de la Lengua Española, Espasa, México df, 2014.

3 Ibid, pp. 27-29.

4 Ibid, p. 29.

5 Ibid, p. 30.

6 Ibid, p. 58.

7 Idem.

8 Ibid, p. 60.

9 Ibid, p. 62.

10 Ibid, p. 67.

11 Luis Zapata, Como sombras y sueños, Cal y Arena, México df, 2014.

12 vv aa, El oficio de escritor. Entrevistas con grandes autores, Era (Ensayo), México df, 1982, p. 170.

13 Luis Zapata, Como sombras…, op. cit., pp. 9-10.

14 vv aa, El oficio…, op. cit., p. 201.

15 Luis Zapata, Como sombras…, op. cit., p. 82.

16 Idem.

17 Mario Vargas Llosa, “Prólogo”, La señorita Tacna, Seix Barral, México df, 1987, p. 10.