Enfoques formalista y funcionalista en la gramática

Agustín Rivero Franyutti *

Si uno investiga el significado que tiene la palabra “lenguaje” para las personas no especializadas, seguramente encontrará que la mayor parte de ellas lo concibe como un instrumento para la comunicación. El Diccionario de la lengua española, parámetro insoslayable del español estándar, define el lenguaje como “conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente”.1 Más allá de la precariedad conceptual de esta definición quiero destacar que la finalidad del lenguaje, en ella, es manifestar lo que el ser humano piensa o siente. Justo lo dicho antes para el común de los hablantes.

Por lo anterior, debe de resultar muy extraño para las personas bien pensantes saber que para muchos lingüistas, esta función comunicativa del lenguaje es totalmente irrelevante tanto para definirlo como para dar razón de su estructura y funciones. Chomsky rechaza este enfoque comunicativo del lenguaje como “vulgar” e “instrumental”; pero no todos los lingüistas comparten la opinión de Chomsky y, al contrario de él, parten, para el análisis del lenguaje, de sus funciones comunicativas, por lo que se les conoce con el nombre de funcionalistas, en tanto que a los partidarios del enfoque de Chomsky se les llama formalistas.

Dicho sea esto de manera muy general, pues las diferencias, como veremos más adelante, se van haciendo más sutiles y complejas a medida que profundizamos en cada una de las posturas caracterizadas antes tan someramente.

Por lo anterior, debe de resultar muy extraño para las personas bien pensantes saber que para muchos lingüistas, esta función comunicativa del lenguaje es totalmente irrelevante tanto para definirlo como para dar razón de su estructura y funciones. Chomsky rechaza este enfoque comunicativo del lenguaje como “vulgar” e “instrumental”; pero no todos los lingüistas comparten la opinión de Chomsky y, al contrario de él, parten, para el análisis del lenguaje, de sus funciones comunicativas, por lo que se les conoce con el nombre de funcionalistas, en tanto que a los partidarios del enfoque de Chomsky se les llama formalistas.

Breve historia de la lingüística en el siglo xx

Para comprender cómo los lingüistas llegaron a concebir el lenguaje con esa independencia absoluta de su función comunicativa es necesario hablar un poco de la evolución de la teoría lingüística en el siglo xx.

El objetivo de lingüistas como Franz Boas (en Estados Unidos) y Ferdinand de Saussure (en Europa) a principios del siglo era esbozar las bases para la ciencia lingüística y, por lo tanto, definir clara y explícitamente el objeto de estudio de dicha ciencia. El producto final alcanzado a partir de las investigaciones de estos lingüistas fue lo que se conoce como estructuralismo. Para Saussure, el verdadero objeto de estudio de la lingüística era el sistema de signos que llamamos lenguaje y que es independiente del uso que las personas hacen de él (el habla); para Leonard Bloomfield, el análisis lingüístico debería enfocarse únicamente en la gramática, que para él era el sistema lingüístico por oposición al significado, que depende del uso de ese sistema en situaciones particulares por parte de los hablantes.

Si el sistema lingüístico es el objeto de estudio de la lingüística, ¿qué es ese sistema?, ¿cómo puede definirse? Según Saussure, hay dos relaciones entre los signos que definen al sistema: la co-ocurrencia (plano sintagmático) y la sustitución (plano paradigmático). Las relaciones sintagmáticas definen el marco en el que existen las relaciones paradigmáticas y los elementos que entre sí se combinan en una relación paradigmática constituyen clases que establecen relaciones sintagmáticas entre sí. Este conjunto de relaciones es lo que constituye la estructura del lenguaje para Saussure2 y, de alguna manera también, para Bloomfield.

Chomsky ha propuesto una distinción semejante: para él hay una competencia (que se refiere al conocimiento que un hablante tiene de su lengua) y una actuación o performance, que es la manera en que el hablante usa ese conocimiento en ocasiones particulares. Este concepto de Chomsky se acerca mucho al de habla, de Saussure, y al de significado, de Bloomfield. Y los tres se asocian con el uso del lenguaje, es decir, con la función comunicativa del lenguaje. Decir que el habla, el significado y la actuación no tienen que ver con el sistema sino con el uso del lenguaje es un primer paso para considerarlos irrelevantes para el análisis del lenguaje mismo, que se define, según estos autores, por las estructuras.

En este sentido, una perspectiva del lenguaje que resulta extraña para cualquier persona no especializada en lingüística, fue evolucionando poco a poco, de manera natural, a partir de la teoría estructuralista tanto europea como norteamericana y dio lugar al formalismo.

Enfoque formalista de la gramática

Actualmente, el principal representante del formalismo en los estudios sobre el lenguaje es la llamada gramática generativa. Para Chomsky, una gramática generativa debe hacer explícito el conocimiento implícito (la intuición) que de su lengua tiene el hablante. Para lograr esto, él propone el planteamiento de un modelo formal que parte de un axioma (principio indemostrable, es decir, claro, evidente) y de un conjunto de reglas bien definidas que permitan generar las secuencias deseadas (las que son válidas para los hablantes de una lengua en particular) de manera “mecánica”.

Pero en este punto surge un problema para el teórico que pretende elaborar el modelo: ¿qué sucede cuando distintos hablantes de una misma lengua tienen una intuición diferente acerca de lo que es una oración bien formada (gramatical) o de su estructura? Chomsky parte del supuesto de que todos los hablantes que forman parte de una comunidad lingüística tienen un conocimiento homogéneo de su lengua y eso permite generalizar con validez; pero esto supone, en palabras del mismo Chomsky,3 la existencia de “un hablante-oyente ideal”.4

El modelo ha ido evolucionando con el tiempo hasta hacerse más complejo en algunos puntos y más simple en otros; ha pasado por tres etapas sucesivas: la primera (de finales de los años cincuenta hasta la mitad de los sesenta) buscaba convertir la lingüística en una ciencia siguiendo, al parecer, el modelo de la física (es el periodo de la Estructura Lógica de la Teoría Lingüística, conocido por las siglas lslt en inglés); la segunda (de 1965 a 1970) se centró en la pregunta de si la semántica debería ser incluida en la teoría gramatical y, de ser así, de qué manera; la tercera (desde 1970) se ha orientado más hacia los problemas que plantea una gramática universal.

En la primera etapa, el mismo Chomsky se planteó el problema de cómo el conocimiento lingüístico podía ser caracterizado de manera explícita y la respuesta, en sus palabras, es: “una caracterización explícita debe ser al final una teoría formalizada”.5

Las explicaciones existen hasta el grado en que los principios generales son precisos (en principio, formalizados). Luego, partiendo de esos principios, uno puede construir un argumento deductivo que conduzca al fenómeno que debe ser explicado. De esta manera, un modo de expresión cuasimatemático (poco sofisticado) se presupone para el programa general. Dice Chomsky: “queremos formular principios precisos y reglas precisas dentro de un sistema formalizado”.6

En la segunda etapa, los teóricos de la gramática generativa quisieron solo hacer manifiesto aquello que el hablante conoce intrínsecamente acerca del significado de las palabras y las oraciones, porque el mismo Chomsky afirma que ya desde la primera etapa había, explícitamente presupuesta, una teoría general semántica; pero afirma: “yo era escéptico acerca de la creencia general de que la sintaxis se basa en consideraciones semánticas […] Muchos lingüistas estructurales y filósofos —Quine, por ejemplo— sostenían que los conceptos gramaticales debían ser definidos sobre la base de nociones semánticas”.7

Así que, en esta segunda etapa, poco se agrega a la teoría general de la sintaxis y la semántica sigue siendo un tema tangencial dentro de la gramática generativa.

Para Chomsky, la gramática universal “es el sistema de principios que caracteriza la clase de gramáticas posibles especificando cómo las gramáticas particulares se organizan (cuáles son sus componentes y las relaciones que establecen entre sí), cómo se construyen las diferentes reglas de estos componentes, cómo interactúan y demás”.8

Por eso, la tarea de un niño que aprende una lengua es elegir, de entre las gramáticas provistas por los principios de la gramática universal, aquella que sea compatible con la información limitada e imperfecta que se le proporciona, lo que implica que su comprensión trasciende por mucho lo que le transmite su experiencia.

Chomsky distingue dos tipos de competencia: la gramatical y la pragmática.9 Hasta el momento, hemos hablado de la primera, que pertenece a la teoría de la estructura de la lengua; la segunda, a la teoría del uso del lenguaje, y tiene que ver con el papel que desempeña, en nuestro uso de las oraciones, toda la información no lingüística, como el bagaje cognoscitivo y las creencias personales. Es la competencia pragmática la que permite al hablante incluir toda la información no lingüística en la interpretación de las oraciones; pero esta información no forma parte de la gramática.

Si un amigo me dijera, por ejemplo, “hoy ha sido un desastre”, y yo sé, por información anterior, que iba a una entrevista de trabajo muy importante para él, debo inferir que la entrevista ha sido un fracaso y que probablemente no consiga el trabajo que busca; pero si mi amigo está de vacaciones en un puerto del Caribe, me escribe la misma oración y yo sé por las noticias que un huracán alcanzó aquella población, entonces el significado cambia radicalmente, pues se trata de un desastre natural, que afecta a mi amigo y a muchas personas más. Todo esto es totalmente independiente de la forma y la corrección gramatical de la oración y por eso, para Chomsky, no puede formar parte de la teoría gramatical. Es uso.

Enfoque funcionalista de la gramática

Si el formalismo se enfoca en el sistema y parte de la lengua (Saussure) y la competencia (Chomsky) para llegar a las estructuras, ¿entonces el funcionalismo se centra en el uso y corresponde al habla, a la actuación y al significado (Bloomfield)?

La respuesta es que no del todo, pues, según Foley y Van Valin, las teorías funcionales “buscan describir el lenguaje tanto en términos de los tipos de actividades del habla en las que se usa el lenguaje como en los tipos de construcciones que son empleadas en las actividades del habla”.10 Esto quiere decir que estas teorías tratan de describir la interacción entre la sintaxis, la semántica y la pragmática en los tipos de actividades de habla.

Así las cosas, ¿cómo pueden incluirse entonces en el estudio de la estructura del lenguaje las funciones comunicativas? Si tomamos en cuenta que en el plano combinatorio o de la co-ocurrencia las unidades combinatorias pueden ser también oraciones (además de los sonidos, morfemas y palabras estudiados por los formalistas), entonces las combinaciones sintagmáticas son discursos o tipos de actos de habla. Y cuando se analizan los tipos de oraciones en términos de los tipos de actos de habla o discursos en que pueden aparecer, uno está analizando su función comunicativa. En este sentido, es posible analizar los contextos potenciales en que las construcciones aparecen para desvelar las restricciones contextuales de su distribución.

El funcionalismo tiene, según Robert van Valin, tres acercamientos al estudio del lenguaje: el conservador, el moderado y el extremo.11

Los conservadores solo reconocen lo inadecuado que es para el estudio del lenguaje el estricto formalismo, pero no proponen un análisis diferente de la estructura; tienden de manera general a aumentar el análisis formal estándar agregando un “componente” o “módulo” funcional en la gramática, para explicar las restricciones que en el uso pueden tener las estructuras bien formadas de las oraciones o de las secuencias de oraciones. Como no cuestionan la noción que de la estructura lingüística tiene el formalismo, este conjunto de corrientes representa más una extensión que una alternativa para la teoría formalista.

En cambio, los enfoques moderados sí rechazan los presupuestos de las teorías formalistas como la de Chomsky, proponen concepciones distintas para la estructura lingüística (pero sin negar su validez per se) y no sostienen que toda estructura gramatical es reductible a la estructura discursiva. Más bien, conciben la estructura gramatical influida en gran medida por la semántica y la pragmática, y estudian la interacción entre las estructuras y las funciones del lenguaje. Por lo tanto, el sistema que llamamos lenguaje no es para ellos un conjunto autónomo de reglas y principios, sino que debe estudiarse, si quiere entenderse, como parte de las condiciones del uso porque el lenguaje es acción social. Las reglas y restricciones que proponen estos enfoques son muy diferentes a los de la gramática generativa y por ello no complementan las teorías formalistas. De hecho, son alternativas para ellas.

Los funcionalistas extremos rechazan la validez de cualquier noción de estructura que no sea la del discurso y buscan una reducción radical de la gramática al discurso; llegan incluso a rechazar la semántica como parte de la investigación lingüística, ya que esta se concibe como el significado de las formas independiente de sus funciones discursivas. Esta versión del funcionalismo abandona la idea saussureana de que el lenguaje es un sistema estructural, que subyace a todas las visiones formalistas y a las funcionalistas menos radicales.

Entre la visión moderada y la extrema (pero más cercana a esta última) se encuentra la gramática funcional sistémica, fundada por Michael Halliday, quien es además el fundador y principal representante del funcionalismo. Esta corriente funcionalista tiene una fuerte orientación hacia el discurso y de ahí “desciende” a los niveles más bajos de la estructura gramatical.

Para Halliday es imposible entender el lenguaje sin referirse a algo que va más allá de él mismo porque, dice, “relacionamos las distinciones que hacemos en el sistema gramatical (gramática y vocabulario) con lo semántico”.12 Pero lo semántico, ¿cómo se relaciona con lo gramatical? Porque, para decidir si dos conceptos tienen o no el mismo significado, no podemos atenernos solo a las estructuras del lenguaje. Por eso, Halliday sostiene que “consideramos a la semántica como una interface entre el lenguaje y algo más, y es a ese algo más que nos dirigimos para nuestros criterios de idealización. En ese sentido, el sistema lingüístico no es autónomo”.13

La autonomía del sistema se basa, dentro del formalismo de Chomsky, en la competencia; pero, para Halliday, “la competencia (en su sentido original) se refiere al lenguaje natural en su forma idealizada […]: es una mezcolanza que incluye efectos psicológicos secundarios, bloqueos mentales, propiedades estadísticas del sistema, sutiles matices de significado y otras cosas muy variadas que no se relacionan para nada entre sí”.14

Por eso mismo, la teoría intralingüística (psicológica) o del conocimiento que propone Chomsky es inadmisible para Halliday, pues “el lenguaje es parte del sistema social y no es necesario interponer un nivel psicológico de interpretación. Y no estoy diciendo que no sea una perspectiva relevante, sino que no es una [perspectiva] necesaria para la exploración del lenguaje”.15

La diferencia central entre ambos enfoques es, pues, que la estructura se define en términos sintagmáticos (intralingüísticos) para los formalistas, mientras que para los funcionalistas estrictos dicha estructura se define (interlingüísticamente) por redes que forman relaciones de opciones en el plano paradigmático, que está constituido a través de redes. Halliday lo dice así: “un sistema es un conjunto de opciones, una red de posibilidades ‘A, B o C’ junto con una condición de entrada. La condición de entrada establece el ambiente: ‘en el ambiente X hay una elección entre A, B y C. La elección es obligatoria: si las condiciones se obtienen, una elección debe hacerse”.16

Formalismo vs funcionalismo

Para establecer las diferencias entre ambas teorías normalmente recurrimos (me incluyo) a grandes simplificaciones que, cuando son cotejadas con la investigación especializada en ambos enfoques, se desdibujan, se hacen borrosas, es decir, no son tan claras como las expreso aquí con una intención más didáctica que científica. El mismo Halliday reconoce que ambos puntos de vista (el del lenguaje como conocimiento y el del lenguaje como interacción o comportamiento) son complementarios y no contradictorios como a veces se piensa.17

Sin embargo, hay diferencias generales (y con esto concluyo) que pueden sostenerse y ellas dependen de los criterios que usan unos y otros para elaborar sus explicaciones.

Según Van Valin, los enfoques funcionalistas ven en la semántica y la pragmática la base para una explicación de los fenómenos sintácticos, mientras que los formalistas se restringen a sí mismos dentro de criterios internos a la teoría para sus explicaciones. Si se comparan los resultados de ambos enfoques acerca de un mismo fenómeno, el contraste resalta claramente.18

Haciendo un balance de las corrientes funcionalistas, ya para concluir, podría afirmarse que el trabajo de los conservadores ha arrojado importantes vislumbres acerca de la naturaleza pragmática de muchas restricciones sintácticas; pero no han encarado el problema crucial que plantea la estructura en el lenguaje, en particular la estructura sintáctica, ya que parten de la versión generativa de la estructura.

Los funcionalistas extremos han descubierto muchas generalizaciones importantes acerca de las estructuras del discurso, el flujo de la información y las funciones discursivas de las unidades gramaticales; pero, al rechazar la concepción del lenguaje como un sistema estructural, han soslayado, igual que los conservadores, una de las cuestiones centrales para toda teoría lingüística: la naturaleza de la estructura lingüística.

Solo los funcionalistas moderados se han dado a la difícil tarea de conjugar la propuesta de concepciones alternativas acerca de la estructura lingüística con el desarrollo de teorías explicativas generales o sistémicas.

Lo que tienen en común todos los funcionalistas, según Van Valin, es reconocer “que el lenguaje es un sistema de formas que transmiten significado en la comunicación y, por lo tanto, para entender lo que es el lenguaje, se requiere investigar la interacción entre la estructura, el significado y la función comunicativa”.19

Por su parte, los formalistas reconocen que la estructura es un orden particular (sintagmático, como ya quedó dicho) que tienen las lenguas para construir unidades lingüísticas en cada nivel de análisis que se lleve a cabo: los fonemas se combinan para formar morfemas, los morfemas para formar palabras, que a su vez se combinan para formar sintagmas, que, combinados, forman oraciones…

Para concluir de manera general solo basta repetir que ambos enfoques proveen perspectivas necesarias acerca del lenguaje en las que las debilidades de uno son las fortalezas del otro. Por ello es importante repetir el juicio de Halliday de que ambas posturas son complementarias y no contradictorias.



* Profesor e investigador, Facultad de Humanidades, uaem



Notas

1 Cito por la vigésimotercera edición en dos volúmenes, Diccionario de la lengua española, Espasa, México df, 2014.

2 Pero con la debida aclaración de que Saussure sí se ocupó del significado como parte sustancial de la estructura lingüística, pues afirma: “La entidad lingüística existe solo por la asociación del significante y del significado”, en Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística general, trad. de Mauro Armiño, Akal, Madrid, p. 147.

3 Todas las citas que aparecen en el texto fueron traducidas por el autor.

4 Andrew Radford, Transformational grammar: a first course, Cambridge University Press, Cambridge, 2005, p. 9.

5 Noam Chomsky, On language, The New Press, Nueva York, 2007, p. 24.

6 Ibid., p. 125.

7 Ibid., p. 138.

8 Ibid., p. 180.

9 Andrew Radford, Transformational…, op. cit., p. 12.

10 Robert van Valin Jr, “Functional linguistics”, en Mark Aronoff y Janie Rees-Miller (eds.), The handbook of linguistics, Blackwell Publishers, Oxford, 2003, p. 327.

11 Ibid., pp. 330-332.

12 M. A. K. Halliday, Interviews with M. A. K. Halliday. Language turned back on himself, ed. J. R. Martin, Bloomsbury, Nueva York, 2013, p. 2.

13 Idem.

14 Ibid., p. 4. Lo que Halliday sostiene en este sentido es que el contenido semántico de la palabra “competencia”, según la usa Chomsky, se refiere a un código lingüístico sumamente idealizado que no puede usarse para explicar lo que las personas “hacen” mientras dialogan, por ejemplo, ya que el diálogo, para Halliday, es un comportamiento lingüístico dinámico, codificado en el sistema mismo, que consiste en seleccionar significados interpersonales dentro de un contexto de redes interrelacionadas en un discurso.

15 Ibid., p. 5.

16 Ibid., p. 7.

17 Ibid., p. 1.

18 Robert van Valin Jr, “Functional…”, op. cit., p. 334.

19 Ibid., p. 336.