En una conferencia realizada dentro del marco del Festival Cuexcomate organizado por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (uaem), Georgina Flores, especialista reconocida en el tema de las bandas musicales, decía que “la música llega al corazón”. En efecto, la música llega al corazón; por eso es parte de todos los momentos importantes en la vida de las personas, desde el nacimiento hasta la muerte, pues la mayoría de las celebraciones las acompañamos con ella, tanto en las comunidades rurales como en las ciudades.
Sin embargo, para algunos grupos sociales la música es más que eso: se trata de uno de los ejes sobre los cuales gira la construcción de su identidad y su sentido comunitario, como es el caso de las poblaciones mixtecas provenientes de la Montaña de Guerrero que tienen presencia en Morelos, donde han fincado su residencia, las cuales, en este proceso migratorio, han reproducido uno de sus emblemas culturales: las bandas de viento. Pero este caso no es único ni extraordinario; otro grupos migrantes con fuertes tradiciones musicales las han reproducido en los lugares donde se establecen. Este fenómeno ha sido analizado por diferentes antropólogos, como Muñoz, quien se enfocó en las bandas de música formadas por población zapoteca inmigrante en la Ciudad de México,1 o como Dorantes y Ruiz, quienes han estudiado a otros pueblos indígenas de Oaxaca que han formado conjuntos musicales en el Distrito Federal, el valle de Chalco e incluso en California, Estados Unidos.2
En el caso tratado aquí sobre los mixtecos de la Montaña de Guerrero inmigrantes en Morelos, las bandas de viento y las celebraciones a los santos patronos son elementos cohesionadores que permiten estrechar relaciones y refrendar su sentido de comunidad. Si bien ambos son emblemas culturales que los mixtecos, particularmente los originarios del municipio de Copanatoyac, se han empeñado en reproducir,3 también cumplen el papel de lugares simbólicos donde refrendan su identidad fuera de sus lugares de origen.4
Este artículo busca abonar a la discusión sobre el tema, presentando avances de una investigación en curso sobre revitalizaciones étnicas de los pueblos inmigrantes en la región oriente de Morelos.Los datos recabados se obtuvieron de la observación participante y de entrevistas a profundidad realizadas entre 2015 y 2016 en nueve localidades del municipio de Ayala. Algunas de ellas son claramente asentamientos mixtecos y otras tienen una fuerte presencia mixteca y nahua de la Montaña de Guerrero. Para mantener el anonimato de los informantes se omiten sus nombres.5
Las poblaciones mixtecas que se ubican en Guerrero, en conjunto con las de Puebla y Oaxaca, forman la “gran región mixteca”. Su extensión territorial es de aproximadamente 40 000 km2, comprende distintos microclimas y ecosistemas, y se encuentra dividida en tres subregiones: Mixteca Alta, Mixteca Baja y Mixteca de la Costa.6 De acuerdo con Ávila,7 la primera se conoce en mixteco como Ñuu Vixi, e incluye los distritos oaxaqueños de Tlaxiaco, Tepoxcolula, Nochixtlán, partes de Cuicatlán, Etla, Zaachila y Sola de Vega; la segunda, Ñuu Vidi o Mixteca Baja, comprende los distritos de Huajuapan de León, Juxtlahuaca y Silacayoapan, en Oaxaca, el oriente de Guerrero y el sur de Puebla; finalmente la tercera, Ñuu i’ Ni o Mixteca de la Costa, alcanza los distritos de Jamiltepec y Putla, en Oaxaca, y la parte costera de Guerrero.
La ocupación de la región data del 7 000 a. C., pero miles de años después se forman los primeros centros urbanos (500 a. C.-750 d. C.). En la época colonial esta región fue explotada por la introducción de cultivos como el trigo y la cebada, y por la cría de animales como el gusano de seda y el ganado caprino y ovino, al mismo tiempo que se inicia la extracción de oro y plata y el comercio de grana cochinilla para colorante. Estas actividades produjeron degradación ecológica, epidemias, hambrunas, crisis y desorganización social.8
Actualmente ésta es una región con altos porcentajes de migración interna e internacional, vinculada a un proceso de desarticulación de las actividades agropecuarias. Al final de la Revolución sus habitantes incursionaron temporalmente en el corte de tabaco y algodón, así como en el cultivo de la caña y otros productos en diferentes regiones y estados, como Veracruz y Morelos. Más tarde, entre 1942 y 1964, algunas poblaciones mixtecas participaron en el Programa Bracero que enviaba trabajadores a Estados Unidos. Actualmente se encuentran mixtecos en este país, Canadá y Alaska, debido a migraciones detonadas por la precaria situación económica, la erosión de las tierras, la violencia social y la falta de fuentes de empleo.9
Los mixtecos que tratamos en este artículo son originarios de la región pluricultural de la Montaña, una de las siete que conforman el estado de Guerrero, dentro de la Sierra Madre del Sur. Autonombradas na savi, ñuu savi o “pueblo de la lluvia”, se ubican en el área límite con Puebla y Oaxaca.10
Como ya se dijo, los mixtecos que han llegado a Morelos, protagonistas de este estudio, son originarios del municipio de Copanatoyac, de las localidades de Costilla del Cerro, Potoichán, Rancho Escondido y Santa Anita, todas con un grado de marginación muy alto, que no cuentan con ofertas de empleo para su población, por lo cual el acceso a ellas se da a través de la migración. De acuerdo con las estadísticas del Subprograma de Movilidad Laboral Interna (sumli) de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (stps), Copanatoyac fue uno de los cinco municipios guerrerenses que aportaron más trabajadores agrícolas estacionales al estado de Morelos entre 2010 y 2014. Sin embargo, éstos no sólo llegan de manera temporal; también un gran porcentaje se ha asentado en dicha entidad desde hace varias décadas.11
Morelos ha atraído a pobladores indígenas de comunidades mixtecas que se han asentado en diferentes municipios: Ayala, Atlatlahucan, Jiutepec, Tepoztlán, Tlalnepantla, Tlayacapan, Yautepec y Yecapixtla.12 Su presencia en ellos se debe, principalmente, a su participación en mercados de trabajo agrícola, alrededor del cultivo de hortalizas, flores y caña de azúcar que demandan un gran número de jornaleros. Desde el punto de vista de estos trabajadores, Morelos ofrece mejores condiciones de vida que sus lugares de origen: tienen trabajo, vivienda y acceso a servicios.
Las lenguas mixtecas se encuentran en segundo lugar en cuanto a lenguas indígenas habladas en Morelos, después del náhuatl. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2010 existen 5 547 hablantes de lenguas mixtecas, mientras que la población indígena mixteca, que considera hablantes y no hablantes, es el doble (10 712 habitantes), y se concentra en Cuautla, Ayala y Jiutepec. Cabe señalar que la mayoría es originaria de Guerrero, y en menor proporción, de Oaxaca y Puebla.
El municipio de Ayala es el segundo en importancia en cuanto a la presencia de mixtecos. Ahí llegaron agrupados en familias para cosechar hortalizas desde mediados del siglo xx, contratados por pequeños productores. En las primeras décadas arribaban durante el invierno y al concluir sus labores regresaban a sus comunidades para desarrollar distintas actividades agropecuarias. De acuerdo con Sánchez, durante su estancia temporal permanecían entre la población oriunda, en construcciones precarias donde pasaban el tiempo después de la jornada laboral en los campos de cultivo, sin tener una presencia significativa en el espacio público.13 A partir de los ochenta, y particularmente en el año 2000, se incrementa la presencia de inmigrantes mixtecos en la entidad con el asentamiento residencial, pues compraron terrenos donde poco a poco fueron construyendo casas de loza. Los asentamientos de inmigrantes se ubican en las faldas de los cerros y en lomas, casi siempre en los alrededores de los centros urbanos, lo cual resulta en una segregación territorial.
La mayoría siguen participando en las cosechas de hortalizas, y sólo unos cuantos han logrado complementar este empleo con la albañilería y otras ocupaciones en el sector servicios en diferentes localidades del municipio de Ayala y de la cercana ciudad de Cuautla. Cabe resaltar que los hombres mixtecos de Copanatoyac son expertos coladores de lozas, por lo que también tienen presencia importante en Tejalpa (Jiutepec), pues llegaron ahí para laborar como albañiles cuando el proceso de urbanización de Cuernavaca los requirió. En el caso de Ayala, si bien arribaron para laborar como jornaleros, una vez asentados lograron alternar ese trabajo con la albañilería.
En el municipio de estudio no sólo se han asentado poblaciones mixtecas, sino también nahuas y tlapanecas de la Montaña de Guerrero. Todos ellos comparten espacios cotidianos con la población oriunda, que se asume como “no indígena” o “mestiza”, lo cual resulta en la creación de espacios complejos de relaciones interétnicas. En la jerarquía social los mixtecos se encuentran en la base, es decir, son los más discriminados, pues tanto nahuas como mestizos oriundos les han atribuido una serie de características consideradas como negativas; “terquedad”, “agresividad” y “suciedad”. Por ello es común escuchar pláticas en las calles acerca de “que los mixtecos son muy necios” o “que los mixtecos son peligrosos”, aun cuando no se han dado muestras objetivas de ello, es decir, no han estado involucrados en actos ilícitos o en peleas más que los nahuas o los mestizos.
Pese a este escenario caracterizado por la discriminación hacia los mixtecos de la Montaña de Guerrero, éstos han logrado reproducir algunos de sus emblemas culturales (bandas de viento, fiestas patronales y ofrendas a los muertos) que les han permitido construir sentido de comunidad, entendido este proceso, de acuerdo con Torres, como “la creación y activación de la red de relaciones sociales […] entre quienes manejan un código compartido, que permite a sus miembros tener prácticas que se saben compartidas, entendidas y respondidas por los demás”.14 En otras publicaciones hemos analizado las ofrendas a los muertos,15 aquí queremos hacer énfasis únicamente en la formación de bandas de viento.
De manera coloquial se dice que “a los mixtecos les gusta mucho la música” o “que son muy musicales”. En palabras de uno de los entrevistados, “nosotros, la tradición que tenemos en Guerrero es músico”.16 Mindek señala que la música y la danza son símbolos de identidad para este grupo indígena y parte medular de sus celebraciones políticas, religiosas y sociales.17
Esto se corroboró en otros estudios realizados en Morelos. Por ejemplo Glockner, en su investigación sobre mixtecos de Metlatónoc (Guerrero) asentados en Yautepec, encontró que la música estaba presente en todos los aspectos de su vida, a pesar de no haber bandas de música en el asentamiento.18 Por su parte, Ávila, con mixtecos del municipio de Tlalixtaquilla de Maldonado (Guerrero) asentados en Jiutepec, reportaba la formación de una banda de viento de doce niños, con apoyo de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi) y del Ayuntamiento de Jiutepec, denominada La Banda Mixteca de Villa de Guadalupe de Los Pinos.19
Entre los mixtecos de Copanatoyac en Ayala hemos identificado cuatro bandas de viento, además de la formación de una banda de música comercial y la incorporación de músicos mixtecos en grupos comerciales de la región. Aquí nos centramos en las primeras, las cuales pueden ser caracterizadas, de acuerdo con Flores, como “bandas tradicionales o culturales”, pues tienen como función principal la reproducción de la cultura y la identidad comunitaria a través del repertorio musical.20
Las agrupaciones musicales en los asentamientos inmigrantes surgieron en 2006, buscando apoyo del extinto Programa de Fomento al Desarrollo de la Cultura Indígena (profodeci) de la cdi para la compra de los instrumentos. De acuerdo con las reglas de operación del programa, las bandas debían tener nombres que reflejaran su cultura. Así, la primera agrupación fue Tatibií Xico’o. En 2008 se formó la segunda banda, Tatibií Nuyi Ciyo Badalupana (“La música de mi pueblo guadalupano”). La última que se conformó en 2016 fue No Tivi Dkindi Tivi Ñonidra Trindi Costumbre Ñondi (“Rescatando los sones y la cultura de mi pueblo mixteco”). Estas bandas, una vez que terminaron su compromiso con la cdi, se dividieron, se disolvieron o formaron otras y cambiaron su nombre mixteco por uno en español: La Joyita, Santa Cecilia, entre otras.
Otras bandas que existen actualmente no han gestionado apoyos de la cdi. Es importante dejar en claro que si bien ubicamos en 2006 la conformación de la primera banda, participaban en ellas hombres músicos de distintas edades que habían sido instruidos en sus lugares de origen, donde era una tradición que uno de los miembros de cada familia fuera músico. No obstante, participar en las convocatorias de la cdi les permitió hacerse de instrumentos que son muy difíciles de adquirir, debido a su alto costo y a los bajos salarios que los inmigrantes obtienen en sus empleos. Por ello se ha incrementado su notoriedad en la última década. Un aspecto significativo a mostrar es que la gestión de recursos ante este organismo gubernamental requiere de la organización de las bandas y del aval de las autoridades de los asentamientos, tanto para realizar el proyecto como para cumplirlo, lo cual desencadena procesos no siempre libres de conflictos.
Las bandas de viento tienen en promedio de siete a once integrantes, niños y jóvenes, entre los 13 y 25 años de edad, que se dedican a estudiar y laborar como jornaleros agrícolas o albañiles, por lo que realizan sus ensayos cuando tienen tiempo. Es común que las bandas contraten músicos para que les enseñen a tocar los instrumentos o nuevos ritmos musicales.21 En el caso de las bandas de nuestro interés la contratación ha corrido a cargo de los propios integrantes, quienes con sus ingresos han pagado a músicos de otras regiones para que les impartan clases. Por ejemplo, la última agrupación que se formó contaba con los servicios de un músico de Totolapan, al cual conocieron cuando fueron a trabajar a la cosecha de jitomates a Oacalco (Yautepec). Lo oyeron tocar y hablaron con él, acordaron el pago y después lo invitaron a enseñarles. Sin embargo, hay también un proceso autodidacta importante, ya que los integrantes de la banda suelen instruir a otros, por lo que no es raro que un mismo músico toque varios instrumentos.
La necesidad que tienen estos mixtecos de contar con bandas musicales es para acompañar las “promesas”, las cuales son visitas recíprocas que se hacen entre colonias en las fiestas de los santos patronos, pues “así es la costumbre”.
El surgimiento de las bandas de viento mixtecas en Morelos es inherente a la conformación de un calendario ritual asociado a los santos patronos, ya que en los asentamientos investigados se han comenzado a organizar fiestas en torno a las imágenes religiosas. Actualmente, en nueve asentamientos con presencia mixteca en Ayala se llevan a cabo las siguientes celebraciones: a San Marcos el 24 de abril, a la Santa Cruz el 3 de mayo, a Santa Cecilia el 22 de noviembre, a la Virgen de Juquila el 7 de diciembre y a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Las celebraciones de la Santa Cruz y de la Virgen de Guadalupe se comparten con poblaciones nahuas, pero las demás son realizadas sólo por mixtecos. En todas estas celebraciones se hacen “promesas” con las que se refuerzan las relaciones entre los mixtecos, las cuales son acompañadas por la música de las bandas de viento.
Estas agrupaciones musicales también se contratan en fiestas familiares de otros inmigrantes mixtecos y, recientemente, de población nativa, donde tocan diferentes géneros musicales, aunque cuando se está entre los paisanos las chilenas son lo más demandado. Los ingresos que obtienen son mínimos y se destinan principalmente al pago del traslado de los instrumentos o al vestuario.
Las bandas de viento han permitido tejer y mantener relaciones con otros inmigrantes del mismo grupo indígena en la región, a partir de las visitas recíprocas en las fiestas patronales de cada asentamiento, pero también con quienes se han quedado en los lugares de origen. Hijos y nietos que nacieron en Morelos han visitado los pueblos de sus padres y abuelos en Guerrero, pues regresan con la banda de viento para tocar en alguna fiesta. Asimismo, las bandas de viento de los lugares de origen llegan para participar en las celebraciones de los paisanos que ya viven en Morelos. Por ejemplo, en la fiesta a San Marcos, realizada el pasado mes de abril, asistieron cuatro bandas de viento, de las cuales dos provenían de los lugares de origen y llegaron para tocar durante los tres días que duró la celebración. Éstas fueron recibidas por diferentes familias anfitrionas que se organizaron para darles de comer y ofrecerles hospedaje.
Las bandas de viento son un emblema cultural fundamental para los mixtecos de la Montaña de Guerrero, que ha sido reproducido en Morelos, donde han fincado su residencia. Éstas pueden ser vistas como un lugar simbólico que les permite refrendar su identidad y como un elemento fundamental en la construcción del sentido de comunidad fuera de sus lugares de origen.
Las poblaciones mixtecas, a pesar de ser fuertemente discriminadas por otros grupos indígenas inmigrantes y mestizos oriundos, no llevan a cabo acciones de “ocultamiento étnico” o “vergüenza étnica”,22 es decir, de hacer invisibles aquellos aspectos que los identifican como diferentes de otros grupos.
Las bandas de viento distinguen a los mixtecos, pues no hay evidencias de que otros indígenas en la zona formen agrupaciones musicales. Paradójicamente, este importante emblema cultural hoy en día es casi desconocido por sus vecinos oriundos de Ayala, a pesar de su vistosidad y de su cercanía física, lo cual es resultado de los prejuicios que existen sobre ellos.
En una investigación sobre mixtecos de Oaxaca asentados en la pujante región agroexportadora del Valle de San Quintín (Baja California), Garduño y Mata identificaron que la creciente formación de bandas musicales ha permitido una mayor visibilidad de su presencia, al mismo tiempo que han transformado la representación social que tiene la sociedad anfitriona sobre ellos.23 En el caso que aquí nos ocupa aún no se han presentado los mismos efectos: puede ser debido a su relativa reciente creación en Morelos, por lo que el seguimiento de este fenómeno es una tarea necesaria, particularmente para observar si cumplen un papel atenuante de las situaciones de discriminación en la vida cotidiana.
Los asentamientos de inmigrantes se han establecido en los alrededores de los centros urbanos, presentando una segregación geoespacial que expresa la estructura social. No obstante, esta segregación ha sido aprovechada por los inmigrantes, pues ahí la convivencia ha sido regulada por ellos mismos, a partir de sus propias reglas y no las de los mestizos oriundos, quienes tienen el control de los centros urbanos. En ese sentido, han podido hacer su vida lo más parecido a su lugar de origen y reproducir sus emblemas culturales, como las bandas de viento.
1 Georgina Flores Mercado (coord.), Bandas de viento en México, inah (Colección Etnología y Antropología Social, Serie Testimonios), México df, 2015, p. 12.
2 Felipe Flores Dorantes y Rafael A. Ruiz Torres, “Las bandas de viento: una rica y ancestral tradición de Oaxaca”, en Georgina Flores Mercado (coord.), Bandas de viento…, op. cit., p. 197.
3 Alicia M. Barabas, “Los migrantes indígenas de Oaxaca en Estados Unidos: fronteras, asociaciones y comunidades”, en Laura Velasco (coord.), Migración, fronteras e identidades, colef/Miguel Ángel Porrúa, México df, 2008, p. 172.
4 Liliana Rivera Sánchez, “Translocalidad y espacialidad: la dinámica circular entre espacios, lugares y remesas socio-culturales en la experiencia de la migración”, Seminario Problemas y Desafíos de la Migración y el Desarrollo en América, unam-crim/cerlalc, Cuernavaca, 2005, p. 3.
5 Las investigaciones realizadas en la región se iniciaron en 2009, con el objetivo de contestar la pregunta sobre los procesos que llevaron a que la zona de Tenextepango, en el municipio de Ayala, se haya constituido en un centro de contratación de jornaleros agrícolas de alta movilidad que se emplean en la cosecha de hortalizas y frutas en el noroeste del país. A partir de los resultados obtenidos se diseñó una nueva investigación en la zona sobre relaciones interétnicas, titulada De migrantes temporales a asentados. Un estudio sobre relaciones interétnicas, identidad y movilidad laboral en localidades rurales en el Oriente de Morelos, financiada por el Programa para el Desarrollo Profesional Docente (prodep) de la Secretaría de Educación Pública (sep).
6 Dubravka Mindek, Mixtecos, cdi/pnud (Pueblos Indígenas del México Contemporáneo), México df, 2003, p. 5.
7 Paola Marina Ávila Carranza, “Ñuu Savi en Jiutepec”, El Tlacuache, suplemento cultural, La Jornada Morelos, núm. 437, 10 de octubre de 2010, p. 3.
8 Dubravka Mindek, Mixtecos…, op. cit., pp. 9-13.
9 Ibid., p. 13.
10 Samuel Villela, “De la Montaña a Manhattan: procesos migratorios en la Mixteca Nahua Tlapaneca de Guerrero”, en Margarita Nolasco y Miguel Ángel Rubio (coords.), Movilidad migratoria de la población indígena de México. Las comunidades multilocales y los nuevos espacios de interacción social, vol. i, inah (Etnografía de los Pueblos Indígenas de México, Serie Ensayos), México df, 2011, p. 195.
11 Estudios sobre la presencia temporal de mixtecos en Morelos han sido realizados desde hace más de una década por Kim Sánchez Saldaña.
12 Presencia de población indígena y pueblos étnicos ubicados por localidad en el estado de Morelos, cdi, Cuernavaca, 2010.
13 Kim Sánchez Saldaña, “Mercado de trabajo rural, migración indígena y relaciones interétnicas”, Investigaciones Sociales. Revista del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales, año vii, núm. 11, 2003.
14 Alicia Torres, “El espejismo de la igualación: comunidad, clase y etnia en la emigración de los kichwa-tavalo”, en IV Congreso sobre la Inmigración en España, Ciudadanía y Participación, Girona, 2004, pp. 3-4.
15 Adriana Saldaña Ramírez, “Ofrendas a los muertos entre la población mixteca de la Montaña de Guerrero asentada en la región oriente del estado de Morelos”, El Tlacuache, suplemento cultural, La Jornada Morelos, núm. 748, 16 de octubre de 2016, pp. 1-3.
16 Testimonio de ad, Ayala, 2006.
17 Dubravka Mindek, Mixtecos…, op. cit., pp. 18-19.
18 Valentina Glockner, De la montaña a la frontera. Identidad, representaciones sociales y migración de los niños mixtecos de Guerrero, colmich, Zamora, 2008, p. 115.
19 Paola Marina Ávila Carranza, Migración, viverismo y nuevos espacios de una comunidad asentada en una zona periurbana de la Ciudad de Cuernavaca, tesis de Licenciatura en Antropología Social, uaem, Cuernavaca, 2013, pp. 162-164.
20 Georgina Flores Mercado, Bandas de viento…, op. cit., p. 9.
21 Los instrumentos que se tocan son el saxor, la trompeta, el clarinete, la tuba, el trombón, tarolas y bombos.
22 Alicia M. Barabas, “Los migrantes…”, op. cit., p. 189.
23 Everardo Garduño y Carolina Mata, “La música de los migrantes mixtecos en San Quintín. Desarrollo y relevancia social”, en Miguel Olmos Aguilera, Músicas migrantes. La movilidad artística en la era global, colef/uanl/Bonilla Artigas, Tijuana/Monterrey/México df, 2012.